do: para él no hay distinción entre fisiología y psicología: las leyes biológicas se aplican á la literatura como á la naturaleza. El método científico, desde
entonces, se ha entronizado totalmente en la crítica
literaria, y Zola, al proclamar su aparente reforma,
el experimentalismo, no trepida en invocar el nombre
venerado de Claudio Bernard y sus doctrinas científicas.
García Mérou, en las páginas que dedica á tratar esta grave cuestión, llega á inclinarse á la escuela de Julio Janin y Paul de Saint-Victor — ¡siempre la adoración de estilista ! — y se alista en sus filas con palabras calurosas y elocuentes.
Sin embargo, la alta crítica literaria de nuestra época está lejos de ser el patrimonio de aquellos admirables cinceladores de frases, mágicos adoradores de la forma, sacerdotes del culto embriagador de la maestría de la palabra. La moderna crítica literaria está, puede decirse, en manos del naturalismo de Taine y del experimentalismo de Zola, con Edmond Scherer en Francia; Hillebrand y Lotheisen, en Alemania; Morley y Saintsbury, en Inglaterra; De Sanctis, en Italia. Sin embargo, la reforma del renombrado autor de la Histoire de la Littérature anglarse ha sufrido á su vez una nueva transformación, que no ha repercutido aún en los pueblos de raza la-