me PAGINAS INMORTALES
la mayor parte de sus joyas, sacrificó su caudal, reunió armas, municiones y víveres, y en fin, au- xilió de todos modos á los independientes, escri- biéndoles con frecuencia y excitándolos á que con- tinnaran peleando.
Cierto día malhadado, uno de sus amigos á quién ella estimaba mucho y estaba al corriente de sus planes, abusó con infamia de la confianza que en él había depositado y la denunció al Gobernador,
Don Antonio Forminaya, hombre feroz, adusto y perseguidor, que en aquel año gobernaba el So- eorro, enfurecido, la mandó aprehender.
Cua vez en su presencia, la dijo:
—Soñora, se ha denunciado á este despacho que usted auxilia á los insurgentes. Hay pruebas, pe- ro mandé á llamar á Vd. para que declare si es cierto ó no.
—¡Es cierto !—eontestó Antonia con firmeza —pero he euniplido con un deber,
—¡Cómol— exclamó Forminaya— confiesa Vd. sin ambajes auxiliar á los insurgentes?
—Xo es insurgente, Señor Gobernador—replicó Antonia, parándose—quien combate por sus dere- chos y trata de adquirirlos 4 pesar de las cruelda- des de funcionarios implacables,
—¡ Señora l—rugió el Gobernador. Y euadrán- ose de promo frente á su secretario, le ordenó: ---Haga usted poner cuanto antes á esta mujer
- pilla y enanto antes también le presten los au-
s espirituales que necesita, pues, por mi vida, será arcabuceada dentro de 48 horas en el sitio don- de mueren siempre los rebeldes.
—Señor Gobernador—dijo entonces en tomo sea-