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ro PAGIXAS INMORTALES

Poco tiempo después de esta ingrata visita, sin- tiendo la aproximación de jndios logró arrastrar á «duras penas al esposo amado y esconderse con él en un matorral vecino, Por la noche, volvió á su misera. ble choza, hallándola reducida á cenizas. Durante veinte días vivieron bajo un árbol, donde pudo por fin, trás ruda tarea, levantar otro rancho, no más cómodo que el anterior, Cerca de dos años yivió en él esta herói-a mujer, sufriendo el hambre y la sed, temblando á todo instante de miedo al salvaje y á las fieras, Y sin embargo, su grande alma no pa- recía sorprendida en presencia de esos sufrimientos espantosos, y á la edad de veinte años, la joven es- posa, madre, é hija, mostraba un coraje y una vir- tud de que ignoraba su propio precio.

Así vemos que exclama Cn el paroxismo de su do- lor:

- - Dios mío! Si al menos Libarona no hubiera per- «dido la razón, conocería la extensión de los sacrifi- cios que acepto por su amor, y me vería consolada!

Por fin, los sufrimientos de esta mártir todo ab- negación, todo cariño, tocaron á su término. Los es- fuerzos del arte no creemos logren trazar con más vivos colores aquella última y dolorosa agonía de Libarona, del que huye varias veces la esposa como de un golpe superior á sus fuerzas, volviendo al fin hacía él para recojer su último suspiro,

Sólo el espíritu del Evangelio, ¡oh, sublime már- tir? pudo dar Á su alma esa elevación por el semti- miento del deber, ó más bien dicho, del sacrificio!