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REVISTA MÉDICA DE CHILE.

Las epidemias que de tiempo en tiempo visitan la raza humana, que crecen i se transforman, que emigran i se estinguen para ser reemplazadas por otras, merecen sin duda, un lugar preferente en el estudio de las enfermedades. Mas si se las considera bajo el punto de vista del ámbito que abrazan, de los estragos que operan, de las modificaciones que sufren en su manera de ser, de los cambios que imponen a la terapéutica i sobre todo de la causa que las sustenta i estiende, aumenta su importancia, no ya solo del dominio de la medicina i del médico, sino tambien de la hijiene i del estadista.

En efecto ¡cuánto trabajo no impone su tratamiento! ¡qué de cuidados no exijen las barreras que han de detener a su marcha destructora i temible para salvar la vida de un pueblo! cuánta sagacidad para descubrir la causa que las orijina como el mejor medio de aniquilarlas! Quienes con Cardan i Schnurrier la van a buscar a las rejiones siderales; quienes con Vanhelmont i Paracelso la creen encontrar en las influencias telúricas de una sal, de un azufre, de un álcali esparcido en la atmósfera; quienes con Webster la ven en los grandes trastornos del globo; quienes con Hecker i Fuster la dan una etiolojía cosmica, moral i política a la vez: solo el jénio de Hipócrates apartándose de toda hipótesis vana, de toda preocupacion ridícula formuló por toda causa su Quid divinum para dar a entender el oscuro misterio que preside a tales fenómenos.

En los conocimientos humanos, cuando faltan los principios fundamentales, reina una oscuridad misteriosa que se presta a todas las suposiciones i conjeturas de la intelijencia ávida de saber, que muchas veces pone sus propias conclusiones, como un lenitivo a sus afanes, en lugar de los resultados que debia aguardar de la observacion i de la es-