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luego se sube la gran corredera ó salto del mismo nombre, sobre la costa Argentina, aparece la barra del arroyo Santo Pipó.

Este nombre bizarro tiene su tradicion, ligada, en cierto modo, á la tan conocida de la predicacion del Evangelio en América, en épocas precolombianas, por Santo Tomás.

Santo pi-pó quiere decir literalmente las manos y los pies del santo, y según la tradicion, dicen que, al pasar Santo Tomás por sobre las piedras que se hallan cerca de la barra de ese arroyo, dejó sus huellas estampadas allí, refiriéndose á unas rocas corroídas por el agua caprichosamente en las que, los que tienen fé, pueden ver todo lo que se les ocurra.

Excusado es decir que el orígen de esta leyenda debe ser jesuita.


X.—La Piedra Ita-guaimí.


(Piedra vieja).


En el Rio Alto Paraná, siguiendo al Norte y pasado el puerto de Pirá-puîtá (pescado colorado) sobre la costa paraguaya, que lo es de la aldea que se llama Villa Azara, la barra del arroyo Itutí (salto blanco) que se reconoce por la pequeña y preciosa catarata que desde el río se ve despeñarse graciosamente entre una cortina de magnífica vegetacion, y las de los arroyos Iroi-guazú é Iroi-mi (arroyo frio grande y pequeño), sobre las piedras de la playa que quedaban á descubierto, gracias á la bajante que se había producido en la época en que pasamos (Agosto), se hallaba la famosa piedra Ita-guaimí.

Esta piedra es de forma casi ovoide, gruesa en su mayor porcion; tiene, sobre su parte superior, una extrangulacion de la que se eleva otra porcion pequeña y casi cuadrada, de modo que parece un gran cuerpo, con su cabeza respectiva.

Dada su forma curiosa, guarda tambien su leyenda, de orígen, á mi modo de ver, jesuita:

Esta piedra, en otro tiempo, fué una muchacha desobediente, mal mandada, y que nunca hacía caso á sus padres, sino que simplemente se dejaba llevar por sus caprichos.

Habiéndola mandado su madre á buscar agua al rio, salió con el cántaro en la cabeza, refunfuñando entre dientes, viendo lo cual Tupá (Dios), indignado, la transformó en piedra, en el momento que llegaba á la orilla, y desde entónces ha quedado petrificada en castigo de su desobediencia.

No es extraño, como he dicho más arriba, que esta leyenda tan moral, segunda edicion de la de la mujer de Lot, en la que tambien se castiga la desobediencia, haya sido sugerida