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Página:Revista del Jardín Zoológico de Buenos Ayres (Tomo I. Entrega VII, pp. 193-224).pdf/14

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de modo que la cabeza quede sumergida, y el chancho se ahogue, y entónces lo embarcan.

A un conocido obrajero, amigo mio, don Pedro Labat, le sucedió un caso muy curioso, que pudo costarle caro.

Ya tenía ahogados varios chanchos en la canoa y se dirigía á su vaporcito, cuando uno de ellos, un macho grande, que no lo estaba del todo, se levantó delante de él, en el extremo opuesto, haciendo castañetear sus dientes. La situacion era por demas crítica; pero, felizmente, como había tomado mucha agua y estaba asonsado, no se le ocurrió atropellarlo, pudiendo llegar su propietario de ese modo nada agradable, hasta el vapor, en donde su presa fué muerta. Al día siguiente comentábamos el hecho abordo del mismo vapor, mientras saboreábamos unas costillas del causante del susto.

La carne de este animal es bastante sabrosa y nutritiva, á pesar de que algunas personas le encuentran un tufo especial, que no es extraño posea, como todas las carnes, incluso la de vaca, el cual no notamos, porque estamos habituados á ella; pero otros lo notan.

Un yerbatero me refería que, habiendo estado en los yerbales, como dos años seguidos, alimentándose solamente con carne de los animales que cazaba: chanchos jabalíes, antas, cuando bajó á Posadas y le sirvieron en el hotel puchero de vaca, no pudo comerlo, por encontrarle un tufo de leche que le repugnaba.

Durante los meses de Abril y Mayo, los Chanchos jabalíes cargan mucho sobre la Cordillera de Misiones, en donde se hallan los inmensos pinares (Araucaria brasiliensis), época en que estas Coníferas dan sus frutas ó piñas, las que, maduras, caen, siendo muy apreciadas, no sólo por los Chanchos jabalíes, sino tambien por todos los demas animales, proporcionando, al mismo tiempo, á los indios Caingangue, un gran alimento.

En esa época, estos indios hacen grandes cacerías de chanchos, rodeando las piaras hombres y mujeres escondidos, que, para asonsarlos, imitan todos el ladrido de los perros, de modo que esos animales, en su pertinacia feroz, en vez de huir, se quedan en ese punto esperando la aparicion de los perros, mientras los indios aprovechan el tiempo para lanzar sobre ellos una lluvia de flechas.