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Página:Revista del Jardín Zoológico de Buenos Ayres (Tomo I. Entrega VII, pp. 193-224).pdf/17

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En vez de arroz, en las comidas, usan el trigo blanco, despues de quitarle la membrana exterior, y es coincidencia extraña que, en la antigüedad, los griegos y romanos comieran cebada, que preparaban de idéntica manera, mientras que hoy, á lo ménos en Italia, se come polenta hecha de maíz, originario de América, en tanto que los indígenas Americanos se apoderaron del grano venido del Viejo Continente.

Tanto cuanto he podido observar, son los Pampas propensos á enfermedades del hígado, y creo que ésto se debe á la falta de comidas y bebidas aciduladas, como que no fabrican bebida alguna vinosa, ni usan vinagre, á lo que debe agregarse el abuso de los alcoholes, que nuestra civilizacion les proporciona por venta ó intercambio.

Para atender á los enfermos se sirven de curanderos, en los que tienen gran fé, y éstos, que seguramente conocen plantas medicinales, rodean tambien sus curaciones de procedimientos misteriosos, acompañados de letanías monótonas por la familia del enfermo.

Cierto joven, hijo de uno de mis vecinos, y que padecía del hígado, fue tratado por uno de aquellos personajes, el cual dijo que, para conocer la enfermedad de que padecía el jóven, necesitaba un cachorro de perro; despues de mucho buscar, encontraron un cachorrito, nacido pocos días antes, y el curandero declaró que no era probable que el animalito soportara el que le cargasen con la enfermedad, por ser todavía muy jóven. Sin embargo, se decidió á experimentar, porque no era posible encontrar otro mayor. El enfermo tuvo que dormir algunas noches con el cachorrito, quedando en su compañía el curandero durante todo ese tiempo, para operar el traspaso de la enfermedad al perrito. Ignoro (y no quiero sospecharlo) de que manipulaciones se habrá valido el doctor; pero, según me lo refirió el vecino, el perrito se murió, y cuando lo abrieron, le encontraron roto el corazon y completamente deshecho el hígado. El enfermo murió despues, debido, según el curandero, á que el cachorrito no había podido cargar con todo el peso de la enfermedad, la que, por lo tanto, había regresado al jóven. Velaron al muerto como cristianos, acompañándose de lamentaciones fúnebres propias de los Pampas, insoportables para oídos civilizados. No lo enterraron en el cementerio, sino clandestinamente fuera de él, quizá en alguna loma, á la usanza de sus antepasados.

Pocos días despues, encontré en el campo dos caballos degollados: eran los del difuntos—y sacrificados para servirle en la otra vida, asi como los perros que le habían pertenecido. Los otros animales de su propiedad fueron vendidos, porque los parientes nunca se sirven de ellos.