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la ropa de uso interior, que se ha puesto el enfermo antes de estarlo.

A esta enfermedad temen mucho los paisanos, pues dicen que va adquiriendo, á medida que se desarrolla, la forma de la culebrita que la generó, y que, si se juntan la cabeza y la cola, el caso es perdido.

Para evitar esto toman un sapo vivo por el lomo y le pasan la barriga sobre las pústulas en sentido contrario á su marcha.

Durante esta operacion dicen que el desgraciado sapo se pone rojo, grita desesperadamente, se hincha, etc.

Luego lo largan vivo, pero el sapo muere al poco tiempo á causa del veneno de la culebrilla que ha absorvido por la barriga. [1]

Otros usan curar la culebrilla, cuando no tienen sapos á mano, escribiendo con tinta sobre ella, y con letras chicas, las palabras Jesús, María, José.


Para la disenteria—En algunos puntos de Entre Rios usan tomar una disolucion de cáscaras de huevos de sapo, las que préviamente han hecho secar, y luego reducido á polvo.

Los tales huevos no son de sapo sinó de un caracol de agua dulce muy comun, del género Ampullaria, que se presentan como un racimo de color, rosado vivo, adherido á los tallos de las plantas acuáticas; pero los paisanos los atribuyen á los sapos, y de allí la creencia en su eficacia.

Hasta aquí los datos que he recogido del sapo como agente terapéutico, y estas creencias creo que no sean genuinamente Argentinas, porque en España tambien las tienen respecto de este animal, y nuestros paisanos las han recibido seguramente por herencia de los primeros pobladores y conquistadores y áun de los modernos que las traen de allá.

A mí me ha contado con la mayor buena fé un paisano español de la Provincia de Pontevedra (Galicia) que en su pueblo se usa, cuando se tienen verrugas en las manos, refregárselas con la barriga de un sapo vivo, el que se ensarta

  1. Indio