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madre le pidió prestado el caballo que montaba, y por el que tenía una gran estimacion, para ir muy cerca de allí.

A este pedido no pudo negarse, y cedióle el caballo sin acordarse en ese momento de la supersticion al respecto; la comadre montó, fué y volvió; al otro dia, á su vez, siguió viaje, y, cuál no sería su asombro cuando, á poco andar, empezó á desconocer su caballo.

Ya no era el mismo; había perdido sus buenas cualidades de resistencia, y varios días despues se le caía el pelo totalmente, hasta que quedó pelado.

Habiendo visto á un viejo que curaba caballos, éste, en cuanto lo observó, le dijo: A este animal lo ha montao una mujer con la luna.

El caballo curó al mucho tiempo, y habiendo averiguado el paisano, resultó que, efectivamente, el día en que su comadre había montado su caballo, se hallaba con esa molestia.

Dada esta coincidencia, aun cuando la verdadera enfermedad del caballo hubiera sido seguramente sarna, el peon ha quedado desde entónces convencido de la sabiduría de esa supersticion.

De estos hechos he oido referir muchísimos, los que no cito para no ser muy largo. Basta con uno como ejemplo.

Los procedimientos curativos son, á su vez, muy interesantes y varían según las diversas enfermedades.


Nubes en los ojos—Muchas veces, en los trabajos á rodeo, apartes de novillos, etc, lanzados los caballos á toda furia bajo la azotaina inclemente del ginete, sucede que éste, en un descuido, les pegue un rebencazo en el ojo, de lo cual puede resultar una nube.

Para evitar ésto, los gauchos acostumbran bajarse del caballo, escupir el rebenque y luego pasar con él, sobre el ojo, en cruz.

Cuando ya se ha producido la nube por cualquier causa, usan varios remedios: uno de ellos consiste en llenar la cuenca que los caballos tienen sobre el ojo con excremento humano.

Pero el más empleado es el siguiente: toman corteza de Sauce jóven (Salix Humboldtiana), la queman, y cuando está carbonizada, la pulverizan; luego la colocan en un cartu-