Página:Revista del Jardín Zoológico de Buenos Ayres (Tomo I. Entrega XII, pp. 353-384).pdf/33

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
— 384 —


Signos de visita—En medio de esa vida aislada que pasa la gente del campo, no es muy frecuente el recibir una visita.

A veces, separados los ranchos, unos de otros, por distancias considerables, las familias muy poco salen, y pasan su vida ocupadas en las faenas propias del hogar, las que, en su mayor parte, requieren su presencia alrededor del fogon de la cocina, pues ellas se reducen principalmente á cocinar y cebar mate.

Si en el rancho hay muchachas, entónces cambia de especie; los gauchos jóvenes, atraídos por el eterno femenino, no trepidarán en galoparse sendas leguas para visitarlas con buenas ó malas intenciones; pero de cualquier modo ellas tendrán nóvio y la visita de un nóvio siempre es esperada con ansiedad é interés, ya sea en la Pampa, como en el centro de Africa; pero como ellos tienen tambien sus ocupaciones y quehaceres, no siempre pueden ser puntuales en sus visitas y de allí la necesidad de signos característicos que predigan el dia feliz en que el ser amado no trepide en hacer sudar al noble bruto en sus largos galopes amorosos.

Si no hay muchachas en el rancho, no por eso se dejan de tener en cuenta dichos signos, y hombres y mujeres, al observarlos, exclamarán: ¿quién vendrá?

Y esta pregunta se harán en cuanto pase un Teru-teru gritando sobre el rancho; cuando vean al gato que se lava la cara; cuando el gallo de la casa se pare en la puerta y se le antoje cantar, ó cuando al prender el cigarrillo en las brasas una de estas quede pegada á él, ó al cebar mate quede otra adherida al fondo de la caldera.

Cuantos latidos acelerados de corazones femeninos campestres no producirán todavía estos inocentes signos de visita!


Signos de desgracia—¿Quién diría que los que tienen el odioso papel de anunciar las malas noticias son nada menos que las aves mas serviciales que el hombre cria: las gallinas?

Un mal papel les adjudican los paisanos, no contentos con comerse sus huevos, ni de sacrificarlas constantemente en aras de su nunca desmentido buen apetito.