Página:Revista del Jardín Zoológico de Buenos Ayres (Tomo I. Entrega XII, pp. 353-384).pdf/7

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
— 358 —

como si quisiera decirme déjame; despues miró un rato en torno suyo y siguió sin más su camino; al fin comprendí su proceder: cuando se busca hacienda extraviada, se sube á los médanos mas altos, que permitan ver á lo léjos. Como Hémú había subido muchas veces en tales arreos, comprendí el objeto, y ahora, gordo y de buen humor, fingía por broma ver en torno suyo, encima de un médano, oculto entre sauces altos, dándose un aire, medio grave, medio cómico, eso, no una sinó muchas veces. Por supuesto que como ninguna otra ocurrencia le distraía, ésto le hizo olvidar su propósito.

Como antes he dicho, poseía dos yeguas, la una ya vieja, que nombraba simplemente Yegua, era de pelo oscuro, casi negro, de formas muy perfectas, pero de un carácter que parecía estar en relacion con el color de su pelo; sério y repulsivo contra cualquier contacto amigable, hasta contra los cariños y juguetes de su propia hija. Con el señor Hémú mantenía relaciones mucho menos amigables; este pícaro, acostumbraba arrimarse pacíficamente á la yegua, nariz con nariz, olfateando despues por otra parte, y por fin trataba de morder las rollizas ancas de su antagonista, á lo que ella respondía con patadas que él devolvía con intereses. No comprendo por qué Yegua permitía siempre que de nuevo se le acercase aquel majadero de Hémú.

La otra yegua (potranca), hija de Yegua, cuyo nombre era Lise (Lisette), alazana, muy dócil y poco dotada intelectualmente (si de animales es permitido hablar en estos términos), era amiga íntima de Hémú.

Por diferentes razones encerré mis caballos de noche en el corral. Una vez acostumbrados, entraban en él de buena gana. Aunque así por la noche no podían comer, aprovechaban este tiempo en rascarse y hacerse cariños, así es que no me oponían resistencia cuando los llevaba á él á pié, pero á veces se ponían de acuerdo para burlarse de mí un poco; caminaban tranquilamente, pero de pronto se paraban, vacilaban como indecisos, de un lado á otro, para disparar despues en diferentes direcciones; luego se unían á poca distancia, me esperaban apaciblemente, con miradas un poco risueñas, dulces, se dejaban llevar como ovejas, para luego escapar de nuevo, pero nunca por tercera vez, sino