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vida. Dame, pues, la alegría hasta el momento en que llegue la hora de sufrir.» Los últimos días, Sacha no salía apenas de casa.

No se ausentó mas que una hora el jueves para dar el dinero a Kolesnikov. El resto del tiempo estuvo al lado de su madre. Por la tarde se paseó con ella y con Lina por las afueras de la ciudad. Por la noche, después de separarse de ellas, volvió a leer su correspondencia y quemó las cartas. Quiso también quemar su diario de la niñez, en el que tenía la costumbre de escribir sus impresiones infantiles; pero reflexionó y lo dejó para consuelo de su madre.

El viernes no se separó de ella desde por la mañana. Era extraño que Helena Petrovna no 808pechara nada y se sintiera tan feliz con el afecto de Sacha, encontrando muy natural que no la abandonara un solo instante. Ni siquiera le chocó la inactividad de Sacha, que no trabajaba ni estudiaba, mientras Lina estaba todo el día en su habitación preparándose para los exámenes. La misma Lina manifestó en diversas ocasiones su extrañeza, y hasta empezó a sospechar —algo. Le hizo por dos veces una pregunta inquietante:

—¿Pero no haces nada para preparar los exámenes? Te falta muy poco tiempo.

—Estoy preparado ya.

—¡Ten cuidado, Sacha! No saldrás bien de los exámenes.

Por la noche, Liná fué a casa de Eugenia Egmont para estudiar juntas. Sacha se quedó con su