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Página:Sachka Yegulev.djvu/134

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¡Sacha, quédate! ¡Quédate aquí, te digo! Todos nuestros proyectos son tonterías. Te he engañado.

Merezco que me maten...

Sacha apartó las manos de Kolesnikov y le ordenó con voz imperiosa:

—Cuéntame todo lo que pasa. Me parece que estás en un estado anormal.

Kolesnikov quedó aún más turbado por el tono imperioso de Sacha.

Son tonterías, te digo. Es una pesadilla, un mal sueño. Todos soñamos, Sacha querido. Yo no puedo... Eres como un hijo para mí...

Se oían sollozos en su voz.

—No tengo a nadie... a nadie mas que a ti...

¡Despierta de esta pesadilla!

—No grites; pueden oírnos. ¡Estás loco! Vamos más lejos.

—¡Sacha!

—¡Vamos, te digo!

Echaron a andar muy de prisa. Con la marcha, Kolesnikov se calmaba visiblemente. Sacha lanzó una mirada de odio sobre la espalda curva de su compañero, y dijo con voz seca:

—Usted, Basilio Vasilievich...

Rectificó en seguida:

—Tú, Basilio, por lo que veo, no te das cuenta exacta de la situación. Como te había dicho, me voy el domingo, ¿lo oyes?

«No mo quiere», pensó con dolor Kolesnikov, y su espalda se curvó aún más.

—Crees probablemente — continuó Sacha—que