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Página:Sachka Yegulev.djvu/16

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· 12 un eco lejano, bello y puro. Y cosa extraña: la pequeña Lina, por sus rasgos exteriores, como también por su carácter, recordaba a su padre, el general; era fuerte, un poco gruesa, de cara redonda, colorada, alegre y vivaz, de voz recia; encolerizábase fácilmente, pero era muy buena; violenta en sus pasiones, exigente en sus afectos; cuando lloraba, no lo hacía con lágrimas calladas y en un rincón cualquiera, sino con sollozos que agitaban toda la casa como gritos de guerra; luego cesaba de repente de llorar, y en el mismo instante se echaba a reír a carcajadas. Todo el mundo sabía de qué humor estaba: alegre, triste o enfadada. A pesar de esta semejanza con su padre, poseía algo que no tuvo el general: éste, siendo, como era, un hombre excelente, carecía de talento, mientras que la pequeña Lina estaba extraordinariamente bien dotada; diríase que todo su pequeño ser lo llenaba la llama del genio. Cuando cogía entre sus deditos inflados y cortos un lápiz, el papel se tornaba vivo y parecía reír bajo su mano; cuando posaba aquellos mismos deditos sobre el teclado, el viejo piano de teclas amarillentas se rejuvenecía de pronto y se ponía a cantar alegre. Le gustaba inventar cuentos de hadas llenos de horror, o anécdotas divertidas.

A su lado, Sacha, taciturno, no se destacaba apenas y parecía insulso. En su exterior tenía una gran semejanza con su madre: era pálido y moreno como ella. Helena Petrovna, de origen griego, tenía el rostro fino y moreno, con grandes ojos negros,