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Página:Sachka Yegulev.djvu/18

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prende. Cuando tocas las melodías más estúpidas te escucha como si fueran cosas geniales. ¡A mí me hacen reír, y él las escucha con la boca abierta!

¡Eres un admirador raro! ¡A admiradores así hay que pagarles!...

—¡Acabarás de una vez!—cortaba la madre, un poco roja de placer, al oír la elocuencia desbordante de su Lina.

Con todo su talento, Helena Petrovna era muy deficiente en la música; no había podido aprender a tocar más que «Trendi—brendi», fragmento de una opereta desconocida, muy corto, ingenuo y sensible como los primeros ensueños de la niñez. Sentíase muy halagada de ver que a Sacha le gustaba aquella cancioncita, y el niño le rogaba siempre que la tocase. En aquella música sencilla y sin pretensiones descubría una importancia misteriosa. En cuanto a Sacha, aquella canción modesta se hizo para él más tarde, cuando le arrebató el huracán de los acontecimientos terribles y sintió dolorosamente todo el horror del aislamiento, como una plegaria, un manantial de dolor puro, de dulces recuerdos penosos de lo irremediablemente perdido.

Pero así como el ojo humano no ve en los primeros momentos mas que las cosas iluminadas por el sol, y sólo más tarde percibe, con asombro jubiloso, los tesoros ocultos en la obscuridad, así también a primera vista las gentes encontraban a Sacha pálido e insulso al lado de su hermana, llena de talento.

Pero cambiaba todo cuando reparaban en los ojos del niño; desde este instante comenzaban a escu-