Página:Sachka Yegulev.djvu/218

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
214
 

Toca aquí... ésas son las notas bajas... ¡No, aquéllas no! ¡Dios mío, qué torpe eres!

Pero tampoco él sabía nada por sí mismo, esto le producía mucha pena.

—¡Alejandro Ivanovich! ¡Basilio Vasilievich!

—gritó Petruscha con emoción dirigiéndose tan pronto al uno como al otro. ¿No es una desgracia? Un instrumento tan magnífico, admirable... Se podrían tocar en él cosas sorprendentes; pero... ¡somos demasiado brutos para eso!

Sacha, riendo, se acercó al piano, e inclinándose sobre Petruscha tocó rápidament el Vals de los perros.

—¿Qué es eso?

—Esos son los perros que danzan.

Los perros no danzaron mucho tiempo. Sacha interrumpió el vals y se volvió a la mesa; no había por qué evocar el pasado.

Entró Eremey, ocultando algo en la mano. Le seguía Iván Gnedij, que, según tod las apariencias, había bebido demasiado, y empezó a lamentarse:

—¡Qué cochinos son estos propietarios! Son muy ricos; pero no hay nada que coger: todo es muy pesado o está sólidamente clavado...

El ruido tras las ventanas se hizo más fuerte.

Había en él algo inquietante. Se oían numerosas voces que gritaban, reñían, juraban; caballos que relinchaban y carruajes que se bamboleaban en la obscuridad. Eremey lanzó una mirada severa por la ventana y dijo furioso: