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piraba cierto miedo; pero en este miedo no había nada de ansiedad; por el contrario, había mucho de júbilo. Cada uno de ellos tenía en el jardín su rincón favorito, inaccesible y defendido como una fortaleza; pero mientras las fortalezas de Lina se hallaban abajo, ocultas entre la maleza, las de Sacha estaban situadas en la altura, sobre los árboles, entre las ramas espesas. Los dos se visitaban con frecuencia y Lina estaba asustada.

Toda su vida vivíanla ahora en relación con el jardín. En él estaban los comienzos y los términos de sus ideas. Como un preceptor de cuyas miradas de cuyo rostro arrugado se desprende sabiduría, el jardín educaba a los niños con su silencio y con su austeridad. Gracias a él, Sacha conoció el misterio de los anchos caminos con su encanto punzante, ese encanto de toda Rusia. Sentía a Rusia en el ruido nocturno de los altos árboles. Comprendió el carácter misterioso de los anchos senderos un día en que trepó sobre la tapia y admiró el camino que se alejaba sereno, tranquilo, invitando a ir a alguna parte...

Helena Petrovna amaba también el jardín, pero era demasiado vieja para apreciar debidamente su encanto misterioso; no pensaba mas que en el efecto saludable que produciría el parque sobre la salud de sus hijos. Por lo que hace a sus almas, quería dotarlas ella misma de una belleza de que su vida conyugal se había visto privada por culpa de su marido. En primer lugar, se decía que la belleza está íntimamente ligada con la limpieza. Sabía que a los