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En esta época triste los Hermanos del bosque » no eran mas que siete: Sacha, Kolesnikov, el marinero, Fedot, que tosía mucho y no les quería abandonar, Kusma Suchok, Eremey y un nuevo miembro de la banda, antiguo obrero, llamado Slepen, poco inteligente, torvo, bizco de un ojo. Eremey se fué una vez a su casa como los demás campesinos; pero a los tres días estaba de vuelta maldiciendo y jurando de un modo terrible.

—¡No, no quiero trabajar mi cochino pedazo de tierra! ¡Que se quede así hasta el día del Juicio Final! ¡No permitiré a nadie que lo toque; que venga el mismo Dios y vea qué miserable tierra tenemos!

¡Que vea El mismo si es posible vivir con eso! He estado tres días bebiendo sin cesar y quiero beber otros tres días más... si me da usted dinero, Alejandro Ivanovich.

Pero no se le dió dinero.

—Entonces no me muevo—declaró furioso.

Se echó de espaldas sobre el suelo para que el Cielo viera bien que él, Eremey, se quedaba acostado; no hacía nada y le importaba un ardite todo.

Se burlaron de él, le dieron bromas; pero no reparaba en ellas; se hacía el sordo, no replicaba nada, como si estuviera privado del don de la palabra..., y permanecía echado, lleno de odio, de cólera y de rebeldía. Respetaba el trabajo como todos los campesinos, y su ociosidad le parecía perversa, terrible, despreciable, más criminal que un asesinato o el incendio de una propiedad: matar y quemar es, después de todo, un trabajo...

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