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pero bien pronto la atmósfera se cargó demasiado.

Diríase que empezaba a soplar un viento de locura. Multiplicábanse los incendios y los asesinatos.

Se mataba sin saber a quién ni por qué. El número de las víctimas crecía sin cesar, y nadie le daba importancia a la muerte; olvidábanse los nombres de los sacrificados. Nadie pensaba en ellos.

En los saqueos de tabernas del Estado (1), los campesinos bebían de tal modo, que caían borrachos sin sentido. Antes no había vodka en el albergue de la banda; pero ahora se bebía con bastante abundancia y siempre había algunos borrachos.

Sacha mismo sentía a veces la tentación de buscar el olvido en la bebida; pero tenía bastante fuerza de voluntad para resistirla, tanto más cuanto que recordaba con horror las borracheras de su padre.

Kolesnikov no bebía tampoco, aunque experimentaba con frecuencia deseos de hacerlo. Pero el marinero Andrés Ivanovich se emborrachó dos veces.

La embriaguez le excitaba y le hacía muy irascible y belicoso; se peleaba con todo el mundo daba y recibía numerosos puñetazos. En una ocasión en que estuvo varios días con el rostro hinchado, desfigurado, él, tan correcto y pulido siempre, sintió una gran vergüenza y juró no volver a beber más.

Cumplió su promesa.

Iván Gnedij, estando borracho, se cayó en el fuego durante un incendio y se abrasó vivo.

(1) En 1904, el ministro Witte introdujo en Rusia la gran Reforma alcohólicas; la fabricación y venta del vodka se convirtió en privilegio del Estado.