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dad. En cuanto la banda se encontraba en el sitio designado, cogía una caja de cerillas, y sin esperar la orden, exponiéndose a quemar a los suyos, prendía el fuego con aire grave y afanado; lo hacía como un profesional, después de establecer la dirección del viento y según un plan bien estudiado.

Ni Sacha ni Kolesnikov, ambos arrastrados por aquel huracán de locura, cegados por el humo de los incendios, advertían lo que, sin embargo, saltaba a la vista: no veían que la furia del pueblo se agotaba sin encontrar satisfacción; no veían que en el fuego de los incendios se consumía también el alma del pueblo, que poco a poco se iba llenando de cenizas grises y frías; no veían que la conciencia popular, habiendo pasado por todos aquellos horrores y no encontrando en ellos lo que había esperado, buscaba otros caminos y otros medios, dispuesta a maldecir a los que habían realizado la terrible labor.

Hecho el sacrificio, ¿había sido aceptado? El pueblo mismo era quien habría de decirlo.

XIV

En el bosque Alguien hizo traición & Sachka Yegulev.

Una noche, Sacha, Kolesnikov y el marinero fueron a la aldea Kamenka, a casa de su amigo; cuando volvieron, la policía, que estaba emboscada en