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el camino, disparó sobre ellos. Se salvaron gracias a la obscuridad de la noche y a la proximidad del bosque. Pero Kolesnikov fué herido mortalmente; una bala le atravesó el hombro derecho y se alojó en las costillas.

Sacha y el marinero decidieron morir antes que abandonar a Kolesnikov. En la obscuridad, bajo las balas mortíferas, lo llevaron por el bosque, deteniéndose a cada instante, faltos de fuerzas. Kolesnikov pesaba mucho, y Sacha, que le sostenía por los brazos, creía por momentos que estaba ya muerto. El marinero tenía el mismo pensamiento; pero no hablaban de ello.

Habiendo andado cerca de una versta, se detuvieron.

—¡No puedo más!—declaró el marinero—. Tendámosle en el suelo.

Pusieron en tierra el pesado cuerpo de Kolesnikov y escucharon; pero no se oía nada. En el bosque reinaba un silencio profundo. Era tal la obscuridad, que ni siquiera se veían las manos. En el cielo, cubierto de gruesas nubes grises, no había ni una sola estrella.

—Temo que va a llover pronto—dijo Sacha.

—Será lo mejor; la lluvia borrará nuestras huellas... ¡Qué desgracia!

—Sí... ¿Qué vamos a hacer?... ¿Cree usted que es grave la herida?

Quería preguntar al marinero si creía que estaba muerto; pero no se atrevió. El marinero sentís el mismo temor.