Vaya usted a acostarse, Andrés Ivanovich. Yo le substituiré aquí.
—Sí, voy, no puedo más dijo el marinero con una voz tímida, franca, casi infantil, que Sacha no le había oído nunca. Me ha estado pareciendo constantemente que se acercaba alguien. Debe de ser el huracán, que produce esa ilusión.
—La noche toca a su fin.
—¡No! Todavía faltan tres horas por lo menos...
Le dejo a usted. Si pasa algo llame a la puerta...
¡No he de dormir! ¿Cómo está Basilio Vasilievich?
—Lo mismo...
Sacha se sintió mucho mejor fuera de la cabaña; era todo en torno más sencillo y comprensible. Le gustaba respirar el aire fresco saturado del olor de los árboles y de las hojas podridas. Percibíanse con más frecuencia en el bosque vagos resplandores; era, sin duda, el huracán que pasaba a lo lejos y se acercaba a la cabaña del guarda.
Sacha encendió un cigarrillo y empezó a cavilar. ¿Quién podía haberlos traicionado?
El huracán se acercaba cada vez más.
XV
La muerte de Kolesnikov Hacia la madrugada el estado de Kolesnikov mejoró un poco. Recobró el conocimiento y dijo que tenía hambre; pero no podía comer y se contentó