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Página:Sachka Yegulev.djvu/303

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el invierno; a veces llegaban a atacar las vacas y los corderos; pero aun no se atrevían a acercarse a los hombres. Sin embargo, el marinero les tenía un miedo atroz, como no lo había sentido nunca.

Se ocultaba, sin atreverse a confesarlo; el bosque le causaba una gran inquietud, y no se alejaba mucho del albergue, ni aun en pleno día. Cuando bajaba la noche y le parecía oír a lo lejos el aullido sordo de los lobos, su corazón se contraía en una angustia mortal. A la mañana siguiente quedaba muy sorprendido de saber que nadie, excepto él, había oído los lobos.

Eran cada vez más patentes los cambios que se verificaban en los «Hermanos del bosque»; pero Sacha, cuyo espíritu parecía envuelto en una espesa bruma, no advertía nada. Como el mar se retira poco a poco al llegar la hora del reflujo, dejando en la arena las huellas de las aguas, así los compañeros de Sacha le abandonaban uno tras otro, haciendo el vacío a su alrededor. Pero él no veía nada y seguía creyendo que nada había cambiado. La desolación colmaba su alma, henchida de dolor.

Había sacrificado cuanto podía sacrificar; había vertido la última gota de su sangre, y, semejante a una copa de purísimo cristal llena hasta los bordes de generoso licor en el desorden del festín terminado, aguardaba otros labios sedientos para ofrecerse ellos; pero los comensales abandonaban ya la sala del festín para en otras estancias entregarse a inéditas orgías. Con la crueldad del inmortal que destruye impasible las pequeñas existencias, el pue-