achacan el incendio a los «Hermanos del bosque».
¡A ellos sí que habría que echarles mano!
Del grupo silencioso de policías salió una voz enfadada:
—¡Eh, tú, cállate! ¡Eres valiente cuando no te ven! ¡Ven a decirme eso de día, que pescarás un buen estacazo!
—¡Gracias! ¡Guárdatelo para ti! — respondió el campesino.
Otro campesino añadió, dirigiéndose al policía y provocando una hilaridad general.
—¡Ten cuidado! ¡Yegulev va a disparar!
Todo el mundo miró los cadáveres. Bajo el resplandor fantástico que descendía del cielo, parecía que los cuatro postes, con los cuerpos atados a ellos, se balanceaban levemente. Y Sachka Yegulev, mostrando sus dientes blancos a través de la mejilla desgarrada, sonreía con una sonrisa macabra.
Así en el día fijado por los que vivieron antes que él llenando la tierra rusa de pecados, pereció de muerte horrible y vergonzosa Sacha Pogodin, el noble y desgraciado adolescente.
XX
Epílogo Al día siguiente de la visita al gobernador, Helena Petrovna y Lina comenzaron a buscar otra casa.