Página:Sachka Yegulev.djvu/343

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
339
 

el ratón, espantado por la voz humana, se había escapado.

Pero lo más terrible para Lina era cuando su madre, segura de que no la veía ni la oía nadie, se levantaba, se hincaba de rodillas y comenzaba a orar en alta voz:

¡Mi Sacha! ¡Mi hijo querido!» Todas sus plegarias comenzaban siempre con estas palabras; el resto era algo inconcebible, insensato, frases de pesadilla que se negaba a comprender la razón humana. Lina sentía desgarrarse su corazón. Presa de terror, metía la cabeza debajo de la almohada y temblaba con todo su cuerpo.

Pero aunque se tapara los oídos seguía oyendo las plegarias que murmuraba su madre.

Helena Petrovna no se dormía hasta el amanecer.

Por la mañana se levantaba, se ponía su vestido de seda negra, se peinaba, se iba al comedor y, después de ajustarse las gafas, empezaba a leer el periódico.

El te lo servía Lina, triste, tranquila y bella en su ropa negra.

Aquel periódico que leía todas las mañanas su madre era también una tortura para la joven. Se levantaba todas las mañanas antes que su madre, y recorría el periódico para ver si había algo que su madre no debiera leer.

Una mañana, al recorrer el periódico—esto era a fines del mes de julio—, Lina leyó una noticia según la cual el célebre Sachka Yegulev había sido muerto el día antes, en una escaramuza con la policía. Hasta que entró su madre en el comedor pasó