Página:Sachka Yegulev.djvu/345

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
341
 

rribles que la memoria se negaba a retener y que parecían malos sueños de angustia.

Hacia el fin del mes de agosto los pensamientos de Helena Petrovna tomaron una nueva dirección.

Paseando lentamente por la habitación, al lado de su hija, se detuvo un instante y fijó la mirada en Lina; luego movió la cabeza y siguió andando, sumida en sus reflexiones. Al fin dijo:

—¿Has notado, Lina, que hace ya mucho tiempo que no se escribe nada sobre Sacha? ¡Debieras haberlo notado, hija mía!

Lina respondió tímidamente:

—No, mamá; los periódicos siguen escribiendo cosas de él.

—¡Ah, Dios mío! Escriben vaciedades. No hay que hacer caso. ¿Quieres que te diga mi idea?...

Y en tono severo, con mucha dignidad, con una alegría mal reprimida, dijo:

—Yo creo, Lina... ¿No podría ser, Lina, que Sacha se hubiera embarcado para América?... ¡No, no; calla, no me discutas! ¡Bien sé que te gusta discutir! América es un país bastante bueno, y Sacha podría muy bien haberle elegido. Recuerdo que me contaba siempre maravillas de aquel país. No te acuerdas tú de eso?...

Durante algún tiempo no volvió a hablar de este asunto, acaso resentida por las dudas de Lina, o bien no muy segura aún de su propia idea.

Cuando a fines de octubre los periódicos anunciaron la muerte de Sachka Yegulev, Helena Petrovna acogió la noticia con la misma serena desconfianza,