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Por eso tienes los dientes tan bonitos.

—Así y todo algún día los he de perder... Pues bien: esta operación se lleva todas las mañanas tres y hasta cinco minutos.

¡Pero me parece que tus minutos no son tan contados!

—Espera. Después hago gimnasia; es también una costumbre que se lleva de quince a veinte minutos. Luego me lavo con agua fría y froto hasta enrojecerlo mi noble cuerpo. Luego...

Se diría, al oírle, que en todo el día no hacía otra cosa más que limpiarse.

En este momento llegó Lina, y la conversación siguió entre los tres. Lina se lamentaba también, afirmando que la música y demás «talentos» la ocupaban demasiado tiempo.

—Pero ¿para qué os hace falta el tiempo?—preguntaba Helena Petrovna extrañada.

Los muchachos, interrumpiéndose uno a otro, continuaron defendiendo su tesis. Luego, los tres fueron al comedor a tomar el te. La velada fué muy alegre. La madre hizo concesiones en lo concerniente a la belleza; los niños, en lo tocante a la limpieza. Lo más extraño era que Helena Petrovna renunciara tan fácilmente a la belleza, en la que pensaba siempre, considerándola una ley fundamental de la vida. En aquella velada extraordinaria hasta llegó a autorizar a Lina para no ocupase más en música, sin que hubiera para ello ninguna razón seria.

¿Cuándo cesó Lina de tocar?