aquellos dos colegiales era Sacha. Después sintió un miedo terrible, histérico, de pesadilla, a los *Ciennegross. Por temor a su invasión compró un grueso candado para la puerta.
VII
El padre El recuerdo de un día fatal quedó, por desgracia, grabado muy distintamente en la memoria de Helena Petrovna. Fué el 4 de diciembre, seis meses antes de la marcha definitiva de Sacha.
Por la mañana, al tomar el te—tomaban aún apaciblemente el te!—, Sacha leyó el nombre del nuevo gobernador, que acababa de ser nombrado para la ciudad y que había ahorcado ya a tres hombres.
—¿Cómo? Telepnev?—preguntó Helena Petrovna. Espera... ¿Telepnev? ¿Es posible? ¿Y cuáles son sus iniciales? ¡P. S.? Pues sí, es Pedro Semenovich Telepnev, el camarada de vuestro padre. ¡Piénsalo, Sacha! ¡Ese era el mejor amigo de papá... Hicieron sus estudios juntos.
—¿De veras?
—Sí, sí. Lo había olvidado todo. ¡Tu madre se hace vieja, Sacha! ¿Cómo pude olvidarlo? ¡Eran tan amigos!
Pensativa, con la expresión de quien se esfuerza por recordar el pasado lejano, miró a Sacha; pero