Página:Sachka Yegulev.djvu/88

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
84
 

Sacha alzó la vista; sus ojos negros, trágicos, sostuvieron firmes la mirada severa y cruel de los ojos redondos, en que brillaba un fulgor de locura, de Kolesnikov. Este, dirigiéndose a las profundidades misteriosas de los ojos de Sacha, olvidando la presencia de Helena Petrovna, que había palidecido, prosiguió con violencia:

—¡Dadme un hombre puro e iré con él a matar y asesinar!

—¡Dios mío! ¡Dios mío!—gritó Helena Petrovna. ¡Pero cállese usted!

—¡Sí, iré a matar, porque un hombre puro puede santificar la muerte y el asesinato! Con un hombre puro se puede convertir una taberna en una iglesia, mientras que con un pope (1) borracho, la iglesia se convierte en taberna.

. —¡Se lo suplico, cállese usted!—anheló, sofocada, Helena Petrovna—. Comprenda usted, loco, que los actos deben también ser puros.

Kolesnikov calló un momento. Luego, mirando de reojo a Helena Petrovna, gimió:

—Los actos? Los actos los realizan los hombres...

Pero, basta... Me he arrebatado. Dispénseme usted, Helena Petrovna; creo que las flores no pueden crecer mas que sobre un terreno regado con sangre pura... Si yo fuera poeta habría escrito una poesía sobre ese tema. Naturalmente, una poesía no es nada. Se burlará usted de mí, pero oiga lo que le voy a decir, puede usted considerarlo como (1) Sacerdote de la iglesia rusa.