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Página:Sesiones de los Cuerpos Lejislativos de Chile - Tomo IV (1820).djvu/414

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SESION DE 3 DE OCTUBRE DE 1820

moneda de otros países estranjeros, o ya sea por los malos hijos del reino, incitados del crecido lucro que les ofrece la proporcion de convertir el cobre en plata. Así, unos i otros falsarios introducirían en el país un dinero imajinario, sin valor intrínseco i adoptado únicamente para el reino, llevándose, en cambio, un dinero real, moneda universal que jira en todas las naciones i que, en cualquiera parte, retiene i conserva su intrínseco valor. De aquí se seguiría que a los 10 o 20 años circulase en la provincia mas cantidad de cobre que la que se había sellado en la Casa de Moneda, i trasformados en aquella especie los caudales leí público. Si conocido el fraude, se quisiere poner remedio, quedarían agotados los haberes del Erario i asoladas las riquezas de los particulares, sin que éstos pudiesen exijír su abono del Gobierno, por hallarse las cajas de la nacion con menor cantidad que la que se habia amonedado de su cuenta. La necesidad i escasez de dinero obligaría entónces a satisfacer los reales derechos en cuartillos i mitades de cobre, como moneda corriente del reino.

En el caso de llevarse adelante el proyecto de sellarse para el jiro ordinario cuartillos í mitades, solo podrán precaverse tan perjudiciales males, si se fabricasen aquellos signos del propio metal de plata, pues así conservarían siempre su intrínseco valor i nada avanzarían los falsarios en contrahacerlos. Siete pesos i medio en cuartillos o mitades de metal de plata, tendrían el peso de un marco del mismo metal; i un marco de plata en pina, tendría el valor de siete pesos i medio de aquella moneda, como lo tiene ahora de cualquiera otra. El inconveniente de la estraccion que se hace, ya esperimentado, de los cuartillos de plata, no parece suficiente para que no se continúe su sello. El propio mal esperimentamos en los reales, en las pesetas í en los pesos fuertes; pero éste es un mal irremediable i consiguiente al comercio pasivo que sufrimos. Los estranjeros i los españoles nos dejan sus especies i se llevan el dinero que sellamos en Chile. Obsérvense por un momento las monedas. No se encontrará talvez el cuño de Fernando VI; apénas se hallará uno u otro con el busto de Cárlos III i lo mismo sucederá, dentro de poco con el de Cárlos IV, ¿En qué está esto? En que nuestro comercio es puramente precario i pasivo. En que no solo comerciamos con las monedas mayores, sino también con las menores i aun con cuartillos; pues éstos los compran a plata los mismos que los estraen para los otros reinos. ¿I seria acaso el remedio de precaver aquel inconveniente no sellar pesos ni pesetas? ¿Reducirnos a fabricarlos de cobre? Seguramente semejante resolucion nos haria aislados, incomunicables i los mas pobres í miserables del mundo. Luego, para nuestro comercio interior i esterior i para no vernos reducidos a tan fatal estado, es necesaria una sucesion continuada de amonedar la plata que produce el reino en monedas mayores i menores, sin esclusion de cuartillos i mitades; solo sí seria conveniente i aun serviría de preservativo para evitar su estraccion, que el cuño de estas dos últimas se hiciese mas sencillo i redujese a menor volúmen para que las monedas tuviesen mas consistencia i duracion. Pero no nos estraviemos del principal asunto; pasemos adelante.

Es igualmente el proyecto de sellar cobre, contra el Erario real i el comercio.

Porque en el hipótesis que por los estranjeros o falsarios se introdujese en el reino mas cantidad de moneda i se estrajese, en cambio de las mercaderías, la de plata i oro, subirían éstas al tiempo de las remisiones a Europa o al de hacer las compras de efectos en estos puertos a un 20 o 25 por ciento, por la escasez o dificultad de acopiar la que necesitasen los comerciantes para sus contratos.

De este lamentable principio, dimanaría como consiguiente necesario, que se minorase el jiro del comercio, i siendo éste mas corto que al presente, seria también menor el producto de los derechos que debe pagar a la República. Aun hai mas: para reponer el comerciante las pérdidas dimanadas del cambio de monedas, subiría los precios de las especies vendibles, no sin perjuicio del público que las consume, o le haria quebrar un comerciante franco, que no tuviese embarazo en vender mas barato, por no haber tenido en sus mercancías aquel mayor costo del tanto por ciento del numerario de que formó su principal. Lo subido de los precios hace también mas remiso el comercio por el menor consumo que tienen los efectos, principalmente entre los pobres, i su retardacion del círculo mercantil minora igualmente los derechos reales. Con que si todos estos perjuicios contra el Erario i el comercio, se orijinan del establecimiento propuesto de las monedas ínfimas de cobre, es un proyecto detestable, i de ninguna manera debe adoptarse por la superioridad gubernativa del reino.

Ni son de ménos consideracion para no promoverlos, los perjuicios que resultan contra todo el pueblo.

Para hacer demostrable esta proposicion, pregunto a los de contrario dictámen ¿o la moneda de cobre es real, universal i corriente en el reino o no? Si lo primero, deberá jirar por el comercio, hacerse los pagos de salarios i deudas, i por decirlo de una vez, hacer el mismo, sin delito, uso de ella que hacemos ahora de la moneda de plata.

Lo segundo no puede ser, porque ésta se debe hacer circular, pagando con ella sueldos de empleados i soldados, i ya entónces cualquiera pudiera repudiarla.

¿Qué molesto i gravoso no le seria a un acreedor de crecida cantidad, emplear algunos dias en contarlas, tener que alquilar carretas para cargarla i que ocupar una gran pieza para guardarla en su casa? ¿Qué perjuicio para un pobre oficial o jornalero, con familia, en rebajar un peso de su