Divulgada la noticia en la capital, el pueblo sensato no pudo ménos de admirar, se tratase de este modo a un ciudadano que en todos tiempos había merecido el mejor concepto, cuyo carácter pacífico e imparcial era bastante conocido, i cuyo nombre habia sabido tantas veces pronunciarse con elojio; la mocion, pues, del Consistorio se interpretó por un efecto de la rivalidad, i aquellas pasiones a que están sujetos los pueblos cortos; tal fué el dictámen que se formaron los chilenos, tal la impresion que labró en el ánimo de S.E.
La cuestion del ▼Cabildo se habia notoriado de tal modo, que era imposible que dejase de llegar a mis oidas. Un sujeto de carácter i dentro del mismo Gobierno tuvo a bien el darme cuenta del contenido del papel, asegurándome, que entre los suscritos entraban personas unidas a mí por los estrechos vínculos de la sangre; estas noticias fueron confirmadas posteriormente por otro individuo de igual representacion, mui inmediato a palacio, añadiéndome, que una persona de mayor importancia que los cabildantes se interesaba en mi ruina. Un amigo, de cuya probidad me consta, significóme haber visto encima del bufete de don ▼Gregorio Cordovez, a la sazon en Santiago, una carta suscrita por Ud. i don Juan Miguel Cortés, i en que le dan parte de la remision del informe; i si no me engaña otro, cierto el precitado don Gregorio de estar yo instruido de su contenido, se le escaparon las palabras siguientes: Se me hace mui duro que el Ministro haya dado razon al Dr. ▼Marin del papel del Consistorio. Así pensaban los calumniantes, cual si los hombres de bien fuesen capaces de prostituirse, cual si el arbitrio de comprometer a salvo i sobre seguro el honor i reputacion ajena no fuese detestado por el dictámen de todas las naciones cultas. Como quiera que ello sea, el papel no produjo otro efecto que el desprecio de las autoridades, i la indignacion jeneral fué por entonces el justo premio i la recompensa del atentado.
A la primera noticia que tuve de la capital, no pude ménos de exasperarme. Contemplando probablemente, como debe creerlo todo hombre sensato, que el asesor jeneral hubiese estendido el informe, por un movimiento de indignación, en una de las tiendas de la calle de San Agustin, a presencia de algunos individuos, le dije que: Algunos cabildantes pícaros habian informado a S.E. en contra de mi persona; i lo cierto es que, en la misma noche en circunstancias de entrar don Juan Miguel Cortés al aposento de mi hermano político don Bernardo Solar, preguntándome éste qué novedadades tenia de correo, contesté lo siguiente: "Los pícaros de los cabildantes han informado al Supremo en contra de mi conducta, i solo por medios ocultos e insidiosos pueden semejantes hombres declararse en contra de un ciudadano virtuoso; ellos no sabrán sustentar lo que han puesto bajo de su firma; i si por fortuna saliesen a la palestra, su frente se cubrirá de lodo, miéntras la mia toque la bóveda de los cielos, porque tal es la confianza con que se presenta el hombre de bien, tal es el homenaje que tributa el vicio a la virtud. Por último, estos hombres no serán capaces de mirarme si quiera con ceño duro; en semejante caso les moleré los lomos a palos." Yo hablé sobre un cuarto de hora. Yo dije algunas cosas si no bellas al ménos mui del caso; i lo cierto es, que el buen Márquez no supo ni aun siquiera escupir durante el tiempo de sesion. El pasaje ha sido demasiado público. Don Juan Miguel i el resto del complot no han sabido darse por entendidos. Ellos han dejado pasar el término fatal sin protestar ni promover la accion de injuria; i no digo el hombre pensador, pero aun el mas triste no ha debido ménos que interpretar este silencio sino a la conciencia de su crímen.
Vuelto de mi trasporte, sostenido por aquella enerjía, aquella confianza que inspira una conducta sin reproche, resolví precaver en lo sucesivo los resultados de la impostura. El honor, me dije, es el patrimonio del hombre de bien, es casi la única herencia que me ha quedado de mis mayores. Soi esposo, soi padre, i no tan insensible al poderoso atractivo de mi bienestar, que despues de mi muerte no aspire a una segunda vida en la estimacion pública, a una reputacion de que mis hijos no tengan de que avergonzarse. Aunque cuando, cierto de las consideraciones con que S.E. i el resto de ciudadanos han sabido distinguirme en todos tiempos, quisiese hoi renunciar mis derechos, no puedo sobrellevar que la posteridad vacile en órden a mis procedimientos, ni que mañana u otro dia un tirano, al débil peso de una calumnia fraguada por personas decididas por perderme, añada el mérito a ese detestable documento; preciso es, pues, atacarle en su raíz, i manifestar al Gobierno el espíritu que ha rejido al Consistorio.
Animado de estos sentimientos, dirijí al ▼Supremo Director, con fecha 8 de Mayo, una carta cuya postdata concluí el 10 de Noviembre; en ella le espongo a S.E. que casi todos los miembros de la Municipalidad habian sido electos para servir a las miras i pasiones de un Cabildo injusto, que no teniendo importancia alguna por su escasa educacion i talento, por el mas lijero interes era capaz de sacrificar sin escrúpulo, el honor i reputacion ajenos, que algunos no tenían otra instruccion que el haber servido de palancas en las matanzas; que estrechado por la relijion del juramento me habia visto en la precisa obligacion de declarar lo que sabia i constaba al público, de la familia de uno de ellos; que contra los otros habia instruido recursos, los mismos que se habian ganado ante la Intendencia; que casi todos los miembros de esta corporacion estaban animados del espíritu de parcialidad, i eran capaces de firmar cuanto les presentase su Mecenas; que ellos eran hommes du nez, como dice el