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SENADO CONSERVADOR

es solo el que no se hubiese verificado, aunque no hubiera sido con ménos ventajas. No trato ahora, pues, de defender el acierto con que procedí, sino solo de ventilar una materia que al fin debe ocupar mui seriamente al Gobierno i al Senado de Chile. Conozco que la novedad i la complicacion de un negocio como éste, piden tratarse con toda detencion, i que la mayor claridad nunca estará de mas si con ella se evitan las consecuencias de una mala intelijencia.

Parece que no deberíamos tratar ahora sobre la necesidad del empréstito, despues que el mismo Gobierno me ha manifestado que la hai, i cuando el mismo Senado solo ha encontrado, según parece, que los términos propuestos eran demasiado gravosos. Pero esta misma circunstancia me obliga a empezar la ventilacion de la materia por el examen de la naturaleza de nuestra necesidad, porque de ésta depende todo lo demas, i porque todos los sacrificios que debamos hacer o evitar, solo pueden estimarse según la necesidad que haya de ellos. Esto espuesto, vamos a fijar nuestra vista por un rato sobre un cuadro que no es mui divertido, pero que es necesario tener presente cuando solo en él podemos hallar la verdad.

Yo sé de positivo que el ejército i la escuadra de Chile hacen mas gastos que los que el Erario es capaz de cubrir con sus entradas ordinarias. Sé que todo lo que sea tratar de aumentar las contribuciones es destruir en su oríjen la fuente de la riqueza nacional, i me consta que, cuando yo salí de Chile, no faltaba mucho para que pudiera decirse con exactitud que todos los hombres que habían sido ricos estaban ya arruinados, tanto por los empréstitos forzosos como por las exacciones voluntarias. Estoi convencido de que no hai principio de economía política mas evidente que el de que las contribuciones que empobrecen a los contribuyentes, deben tener por consecuencia precisa la ruina del Estado. Agotados los caudales productivos ¿de dónde saldrán los fondos del tesoro público? Si el pueblo queda reducido a la miseria ¿a qué quedará reducido el producto de sus contribuciones? Nosotros hemos quitado al comerciante casi todo el principal que empleaba en su comercio, así como al agricultor los fondos con que hacia sus labores rurales, i de este modo solo hemos conseguido hacer cada vez mas difícil la recaudacion de aquellas sumas que son indispensables para la guerra i demas servicios del Estado. Pero aun nos falta todavía que consumar el sacrificio que apénas se ha empezado, porque ni la guerra ha concluido, ni cesarán sus gastos hasta despues que la España haya reconocido nuestra independencia. I en este estado de cosas ¿puede creerse que no tenemos la mayor necesidad de dinero? ¿Se ha licenciado ya el ejército? ¿Se ha desarmado la escuadra? ¿Se tienen los medios de negociar ventajosos tratados con los Gobiernos del mundo antiguo i con los del nuevo mundo? Nó, nada de esto. El ejército i la escuadra están en pié, el Erario exhausto, el pueblo empobrecido, la guerra existente, i el único enviado o único negociador de ese Estado que ha venido a Europa, no puede disponer de un peso, ni en los objetos de su Gobierno ni para su propia subsistencia. I ¿cuándo se ha hallado un país en mayor necesidad de solicitar un empréstito?

Quizá por haberse visto en principio de Junio de 1820 alistada ya la espedicion del Perú, i contando con su buen éxito, se creyó que habia cesado el motivo de temer los grandes gastos; pero yo en el seno de cualquier cuerpo representativo hubiera manifestado siempre, que mientras no hagamos la paz con España debemos juzgarnos como si estuviéramos en el primer dia de la guerra, i que el único modo de vencer es conservarse hasta el fin en una actitud respetable. Mil veces he dicho antes de ahora que lo que siempre nos ha dañado es el habernos creido seguros ántes de estarlo, i el haber formado errados conceptos de lo que favorece al enemigo. A mí siempre me ha gustado ver las cosas como son, aunque presenten el peor aspecto imajinable, i no ménos me ha gustado decir claramente la verdad aunque amargue, porque solo así pueden evitarse los fatales inconvenientes de un engaño.

La serie de contratiempos que hemos esperimentado en el curso de nuestra revolucion, debe estar siempre fija en nuestra vista para que no puedan estraviarnos nuestros deseos en la eleccion de los medios que han de conducirnos a nuestros fines. Todos los dias que han corrido desde el principio de nuestra guerra, nos han provisto con un nuevo documento, del engaño que debe evitarse, i que es tan fácil de adecerse, cuanto es mas lisonjero para nuestro corazon. Despues de la batalla de Chacabuco, ¿quién esperó la desgracia de Cancha Rayada? ¿quién creía que los miserables restos del enemigo, refujiado en Talcahuano, habían de hacerse tan formidables? Despues de la gloriosa acción de Maipú, ¿quién podia temer que una espedicion de España, doblando el Cabo de Hornos, viniese a poner a Chile en nuevos conflictos? ¿I cuáles no hubieran sido éstos, si por nuestra fortuna no se hubiese hallado para aquella fecha nuestra fuerza marítima, capaz de interceptar el convoi español? Despues de espeler al enemigo de todos los territorios de Chile, ¿quién esperaba ver a un Benavides señoreándose de la provincia de Concepcion, sobre los cadáveres de tantos patriotas? ¿Quién temió ver amenazada la capital del Estado por un aventurero que saldría de Arauco, i de cuya existencia ignoraban sus mismos vecinos? Cualquiera debió temer semejantes contrastes; sí, cualquiera que no quisiese engañarse por sus deseos, i que conociese la naturaleza de las revoluciones. No sabría, sin duda, el punto por donde se nos atacase; no sabría el nombre, ni la habilidad del caudillo que pusiese en ries