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SESION DE 28 I 29 DE ABRIL DE 1825

i confraternidad que le estrechan a los demás pueblos. Hablemos con franqueza i confesemos que, en los primeros tiempos del Congreso, hubo desgraciadamente algunos hechos, que acaso han escandalizado al mismo pueblo de Santiago, donde por haberse presenciado, no debieron producir engaño alguno. Ahora, ¿qué habrá sido en aquellos pueblos a donde por su lejanía llegan los sucesos adulterados i envueltos en la oscuridad? Yo creo que estos serán los que han impelido a ese pueblo cansado del hambre i la miseria; a ese pueblo que fué el primero en gustar las amarguras de la guerra en la lucha de la libertad.

Por otra parte, a muchos de sus hijos; a muchos de los representantes de la provincia de Santiago i Coquimbo, he oido sentar la opinion de que, si el actual Congreso en uso de sus atribuciones, llegase a dar una Constitución al país, seria mui perjudicial que los pueblos se prestasen ciegamente a su obediencia, como sucedió desgraciadamente con la dictada por el anterior Congreso; i que ellos debian examinarla i sancionarla por medio de unas asambleas compites tas de las personas en quienes depositasen sus confianzas. Yo creo que éste habrá sido el objeto de esa asamblea, que aunque no me parece bien, pero tal vez han querido anticiparla a la Constitución. No pretendo disculpar en manera alguna al pueblo de Concepción. Con esta medida pensó ponerse a cubierto de los males que amenazaban, a consecuencia de haberse variado las circunstancias. Yo creo que esto podria remediarse mui bien con temperamentos de prudencia, i que producirán mui funestos resultados, si se adoptan temperamentos de otra naturaleza.

Las circulares apócrifas i pasquines produjeron ideas mui abultadas. Concepción temió i quiso ponerse a salvo con la medida adoptada.

Repito, pues, que la Representación Nacional debe hacer presente a esa Asamblea, que si motivos de dudas, sospechas u otros de esta clase han producido en Concepción este movimiento; que sí, como se asegura, no trata de otra cosa que de poner a salvo su quietud i tranquilidad, nada tema, i que la marcha del Congreso no solo sigue sin interrupción, sino que cada dia se mejora. Con este solo conocimiento bastará para que Concepción se convenza que nada tiene que temer ni recelar, por consiguiente que en el Congreso tiene el mejor apoyo de su felicidad.

Concluiré agregando, que sea lo que fuere de esta medida, yo debo retirarme de la Sala, pues no puedo funcionar, en virtud de habérseme retirado el poder con que lo hacia.

El señor Infante. —El Congreso actual se ha constituido en medio de las borrascas, i es un prodijio su subsistencia. Ahora se ha remontado a otro oríjen mas seguro, para que tenga efecto su disolución; es decir, a ios mismos pueblos para que retiren los poderes a los diputados que lo componen. ¿I creeremos que ellos hayan dado este paso, porque efectivamente crean que así les con viene? De ninguna manera; quizas el Congreso mismo tiene la culpa de que ese pueblo de Concepción haya procedido a esta medida. No creo que exajero, si aseguro que mas de cien veces he reclamado al Congreso, que publique la redacción de sus sesiones. He hecho mocion espresa con este objeto, i no se ha adoptado esta medida, por no impender 800 pesos en gratificar a los sujetos que se encargasen de este trabajo. ¿I qué vemos ahora en esa acta que se acaba de leer? Nada sabemos de los trabajos del Congreso, dice Concepción. Si la redacción se hubiera dado oportunamente, ¿qué documento mas auténtico i seguro podria habérsele presentado para arrancarle de su ignorancia i hacerle sabedor de las tareas congresales?

Ultimamente la Sala encargó a la Comision de diarios le presentase para la sesión próxima un proyecto que designase la forma en que debia llevarse la redacción; pero ella ha olvidado el encargo, i yo, recordando esta resolución, he formado uno i lo he presentado hoi mismo, con el objeto de que en la semana siguiente tengamos esa redacción por que tanto he clamado.

Pero, ¿qué hacer cuando tenemos a la vista los oficios en que se retiran los poderes al diputado de Concepción i que nos dan motivo bastante para creer que a la fecha se habrá practicado lo mismo en los demás pueblos de la provincia? Si hoi dia sabemos que están retirados los poderes del diputado de la capital de Concepción, mañana tendremos noticia de que se han retirado a los demás.

Pero, señor, ¿qué es lo que quieren estos pueblos? ¿Que se disuelva el Congreso i que quede solo el Gobierno, cuando no hai una Constitución, cuando todos los ramos de la administración se hallan en desorganización, i cuando la Sala tiene preparados sus trabajos sobre los diversos ramos que la componen? En consecuencia de esto, soi de parecer que miéntras la mayoría de los Representantes de los pueblos no sean retirados por ellos, los demás deben seguir funcionando, porque la minoría de aquellos debe sujetarse a la mayoría, para que por una pequeña fracción no se infiera a la Nación un mal de tanta consecuencia.

Por lo que respecta a los diputados, cuyos poderes se han retirado, juzgo que la mayoría del Congreso puede obligarles a que continúen en el ejercicio de sus funciones; porque el fundamento en que parece apoyarse el acta del pueblo de Concepción, cual es la ignorancia de los trabajos del Congreso, no subsiste desde el momento que por la redacción se les instruya de ellos.

Si no obstante el conocimiento que adquieran aquéllos, aun insisten en su primer paso, sigan enhorabuena la marcha que han principiado. He oido al señor preopinante que la medida tomada por Concepción pueden haberla ocasionado los primeros decretos del Congreso; aunque yo estoi persuadido de lo contrario, porque su marcha desde los momentos de su instalación