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244 CONGRESO NACIONAL

Núm. 352

Señores Representantes:

Hace cinco o seis dias que estoi atacado nuevamente de mi antigua enfermedad de sangre por la boca. El suceso de anoche me ha hecho arrojarla con abundancia i, por este motivo, he resuelto no asistir hoi a la Sala. Para nada creo necesaria mi presencia en la órden del dia. Ya dije con bastante claridad las razones que me impelieron a acusar públicamente al coronel del número 8, don Jorje Beauchef.

La representación a él de los oficiales del batallón, dirijida a exijir satisfacción, por haber dicho yo, como representante del pueblo, que la tropa que no fuese indispensable al servicio podria ocuparse en las labores del campo, para adquirir su subsistencia, ínterin se desahogara nuestro estrujado Erario, a consecuencia de los continuos clamores con que de ordinario son heridos los oidos del Congreso por los jefes de la guarnición, pidiéndole dinero para sus gastos, es un acto tan marcado de sedición que, por solo abrigarlo el comandante, se hace reo de este crimen. Se agrava en proporcion, que es de presumir traiga su oríjen de él mismo, por cuanto su actual conducta, hechos anteriores i recientes, lo hacen acreedor a esta nota.

El coronel Beauchef se produce con descaro contra el pueblo i su representación, del modo mas insolente. Hace pocos dias que en una concurrencia insultó a un señor diputado, sin otro principio que por su carácter de tal, i, por que le reprendió dignamente el tono procaz con que se proferia contra la mas alta corporacion de los chilenos. De ordinario trata de degradar i deprimir el crédito i espíritu nacional del país, cuando a él solamente debe el ser conocido en el mundo.

El testimonio público, el sentimiento jeneral de todo buen chileno, son el mejor garante que puedo dar de la verdad de mi relato. Juro que no me mueve el menor ínteres particular i que solamente el deber i el deseo de sostener los derechos, el honor i la tranquilidad de mi adorada Patria, me han obligado a atacar con firmeza al que creo que los acomete i ultraja. Prescindo, por lo que respecta a mi individuo, de que el coronel Beauchef, según estoi informado, hubiese dicho a sus oficiales que me diesen de palos o me asesinasen. Mi persona nada vale al Congreso ni al público, i estoi dispuesto a correr riesgos individuales sin ayuda de nadie. Nada me intimida. El crédito chileno es superior a mi existencia, que no la quiero si el carácter i el honor nacionales han de ser profanados impunemente.

Yo suplico a los señores Representantes se sirvan disculpar la exaltación de mi celo en las discusiones, i especialmente en la que terminó la sesión de anoche. Soi decidido por los cuerpos representativos, i mi decisión es tan sin límites, que tal vez podrá calificarse por el que tenga la dicha de ser con calma Padre de la Patria, delirio, frenesí o manía.

Confieso que la menor descompostura en la casa, aun de aquellos que solo tienden a su adorno, ha sido bastante para instarme. Esto tal vez será reprensible, pero proviene de mi carácter, que no está a mi alcance dominar. ¡Dichosos los que posean tan alta felicidad!

Si, sin embargo de lo que dejo dicho, de lo que espuse anoche i de los peligros que advirtió un vecino honrado a varios representantes corria la tranquilidad pública, encontráis, señores, que el coronel Beauchef es buen servidor de la Patria, estáis en absoluta omnipotencia de determinar en su favor lo que creáis conveniente. Si yo soi delincuente, tendré el mayor placer de ser declarado en juicio como tal i sufrir la pena que se me aplique, sin acojerme al fuero de diputado, pues, para evitaros tropiezos, haré renuncia en caso necesario del cargo que ejerzo, i si ya es urjente, puede darse por hecha desde el momento.

Es preciso, señores Representantes, dar con mi persona ejemplo de enerjía i satisfacer a los militares, sean de la calidad que fuesen. Ya se hi dicho por algunos que a ellos solo debe el pueblo i los individuos del Congreso la libertad que gozan, cuando aquél disfruta sus beneficios con abundancia i cuando para matar a un Rodríguez no se necesita mas que un balazo o un bayonetazo sin la menor responsabilidad.

Dignaos, señores Representantes, disculpar lo inconexo i las espresiones fuertes de mi lenguaje. Mi corazon está ajitado. No poseo la oratoria, i a mi juicio i carácter repugnan sus artificios. Con mas enerjía i firmeza he hablado a los tiranos, porque tanto, desde el templo de la libertad como desde el cadalso, me preciaré de honrado i de libre.

Dios os guarde el tiempo necesario para dar libertad al país.

Tengo la mayor honra en firmarme con la mayor consideración i respeto, mui obediente al Cuerpo Representativo de la República. — Santiago, 8 de Mayo de 1825. Carlos Rodríguez.