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SESION DE 14 DE SETIEMBRE DE 1835

No dudando que, en el jiro que ha tomado nuestra guerra con los bárbaros, las negociaciones emprendidas i medidas adoptadas al efecto, se hallan mui conformes con las intenciones del Supremo Gobierno; la simple esposicion de éstas, creo será bastante para manifestarle la consonancia que hai entre sus deseos i las operaciones del Jeneral que suscribe. Pero, para que pueda tener una mejor idea de nuestro estado actual, juzgo mui conveniente hacer ántes una lijera reseña, tanto de los motivos que obligaron a abrir la campaña, como de las operaciones que han tenido lugar en ella, no obstante que oportunamente le he impuesto de todas las que merecía alguna consideracion.

El 24 de Junio próximo pasado dieron principio nuestras hostilidades.

Hacía tiempo que los habitantes de esta provincia, situados a las cercanías del Bio-Bio, sufrían continuamente el azote de los repetidos robos que ejecutaban en sus correrías las reducciones de Canglo, Collico, Mulchen i demás tribus de huilliches, unas que siempre se habían mantenido enemigos del Gobierno, i otras que acababan de declararse tales. Repartidas nuestras tropas en los fuertes que guarnecen la frontera, no podían, las mas veces, ocurrir con oportunidad a evitarlas, ya por la mucha distancia en que se encontraban unos de otros, i que hacía dejar grandes claros indefensos, o ya por lo tardíos que se daban los avisos de las incursiones que ejecutan nuestros enemigos con una rapidez increible, no sirviendo de obstáculo a su audacia para el robo, ni los rigores de la estación, ni los torrentes mas peligrosos que siempre arrostran i vencen, ayudados de su fuerte constitucion i admirable destreza.

Tampoco la amistad i buena armonía en que nos encontrábamos con los bárbaros fronterizos, era bastante para impedir las incursiones de los del interior; pues éstos, o evitaban cautelosamente el encontrarse con ellos o recibían auxilios solapados para verificarlas, lo que siempre era de esperar de su natural perfidia.

Cansado, pues, de sufrir estos males, i con el objeto igualmente de conservar la amistad de las reducciones que se mantenían aliadas al Gobierno, juzgué conveniente llamarle la atencion en sus propias tierras, no dudando impedir de este modo sus correrías en nuestro territorio, i afianzar mas la alianza de aquéllos con el comprometimiento que les ocasionaba el choque con nuestros enemigos.

Con este objeto, pues, dispuse la marcha de dos pequeñas partidas, una al mando del sarjento mayor graduado don José María Luengo, i la otra al del capitan don Pedro Aguilera que, internándose por la parte de Nacimiento la primera, i la segunda por la de San Cárlos, marchasen en auxilio de los fronterizos situados en frente de estos puntos, con la órden de permanecer impidiendo el paso a los enemigos e internarse en sus tierras cuanto lo permitiese su corto número, lo que verificaron el 24 de Junio ya citado, no obstante lo mui riguroso de la estacion.

La primera llevaba ademas el objeto de protejer al cacique Colipí que, habiendo sido completamente robado por los huilliches, i desamparado de los lumaquinos que le reconocían por principal cabeza, se me había presentado solicitando del Gobierno un auxilio de tropas para vengarse de sus enemigos, recuperar sus intereses i restablecerse en el mando de su reduccion.

El resultado correspondió felizmente a mis intenciones; pues, aunque esta division regresó a los pocos dias por no haber podido vencer el paso de la cordillera de los Pinales, cuyo camino se había visto precisado a tomar su comandante, a causa de defender el de los llanos el cacique Miniguil con una fuerza considerable, la muerte de este cacique, dada en un golpe bien dirijido por el capitan graduado don Pedro Lavanderos, dejó libre el paso a nuestra tropa. La atencion de los enemigos se fijó enteramente en la fuerza que les talaba sus tierras, pero aunque hicieron varios esfuerzos para obligarla a retirarse, fueron inútiles, logrando aquélla, en cuantos encuentros tuvo, algunas pequeñas ventajas, que si no bastaron para desarmarlos enteramente, sirvieron no obstante para hacerles conocer la diferencia i superioridad de nuestras armas.

El siete de Julio fué aumentada la partida que obraba a la derecha al número de 325 hombres, tomando el mando de ella el Teniente Coronel don José Ignacio García. Este jefe, según las órdenes que llevaba, avanzó hasta el antiguo fuerte de Puren, el que habilitó para situarse. A los pocos dias de su llegada comunicó el habérsele reunido ya treinta i cinco caciques de las reducciones de Lumaco, Guadaba, Angol i otras que habían solicitado el perdón de Colipí. Con el aumento de esta fuerza principió sus incursiones sobre el Malal i tribus de Canglo i Quechereguas, logrando despues de varios golpes dados con el mejor suceso, el que estas últimas solicitasen la amistad del Gobierno. Entre aquéllos merecen particular mencion el de 15 de Noviembre. Este dia fué asaltado el comandante García en su acantonamiento por dos campos de huilliches de cerca de quinientos hombres cada uno, viniendo por diferentes puntos con intencion de atacarle o impedirle su comunicacion con la frontera. Observando dicho jefe lo perjudicial que le sería esto último, i previniendo su completo destrozo si conseguía impedir su reunion, no perdió tiempo en atacar al primero que se le presentó, no obstante hallarse en aquel momento sin ninguno de nuestros aliados.

El mejor suceso fué el resultado de su pronta i acertada disposicion, logrando, sobre el primer campo que batió, una derrota completa, que ocasionó igualmente una precipitada fuga del otro que se hallaba a la vista. Los primeros de-