fórmula o un acto de ceremonial diplomático le confiere algún título de lejitimacion para poderla disfrutar con tranquilidad? Despues de haber triunfado completamente a fuerza de sangre i sacrificios que hasta ahora no ha sido posible reponer; despues de haber adquirido una posesion por medio de la misma fuerza con que se nos había quitado ¿necesitamos suplicar al vencido que reconozca nuestro triunfo, que nos declare libres de su dominacion, i nos presente al mundo civilizado como hombres independientes? Las leyes de Roma establecieron esta fórmula para dar libertad a los siervos i exonerar a los hijos de la patria potestad; mas, la filosofía, el verdadero conocimiento de las cosas, choca con ella si se intenta aplicar a los modos de adquirir los derechos de las sociedades humanas. ¿No es un delirio humillarse a implorar el reconocimiento de la Independencia a un Gobierno que aun se halla vacilante, que no teniendo recursos para organizarse a sí mismo, debe carecer de todo para hacernos la mas pequeña ofensa? El Gobierno español no tiene arbitrios para volver a subyugarnos; nuestros Gobiernos están reconocidos por las potencias de primer órden i ocupamos ya, respectivamente, en la jerarquía política un lugar semejante al de los demas pueblos de la tierra que se llaman Naciones.
Si esto no es así, no se puede fijar el principio de donde proceden las relaciones que existen entre los Gobiernos de las Repúblicas americanas con los Monarcas principales de la Europa. No hai, pues, para qué abatirnos a solicitar un reconocimiento infructuoso cuya omision no hace peligrar la Independencia de que gozamos. Retenga, si gusta, el Monarca de España el título de Rei de las Indias Occidentales como conserva el de Jerusalen i otros; i en !a confianza de que no puede hacerlo efectivo como actualmente hace con el Señorío de Vizcaya, echémonos al descanso que nos proporcionan nuestros progresos, nuestros trabajos i nuestras instituciones.
De este modo discurríamos acerca del reconocimiento de la Independencia americana por el Gobierno español. Nos burlábamos de cuanto se decía con respecto a embajadas o embajadores, dirijidos a pedir sumisamente el permiso de disfrutar en paz lo que tenemos, sin que haya elementos ni ajentes capaces de perturbar nuestra posesion. Mui distantes de los talleres de la política, i mas lejos aun de sus directores, guiados solo por los principios, carecíamos de todo indicio o antecedente para poder presumir que nuestras ideas no eran conformes con la del Gobierno i confesamos francamente que, cuanto se ha dicho sobre mision a España para solicitar el reconocimiento de la Independencia, ha sido para nosotros un objeto de risa.
Mas, la Memoria del Ministro de Relaciones Esteriores, presentada al ▼Congreso Nacional, nos ha arrancado repentinamente la venda que nos cegaba, i sin trasportarnos de las tinieblas a la luz sino, al contrario, nos ha hecho ver que nosotros somos los burlados. Sin embargo, en esta oscuridad distinguimos que aunque los principios del Gobierno son los mismos que nosotros profesamos, las deducciones son diferentes. Nos parece conveniente manifestar esta diferencia, ventilando públicamente la cuestion por el interes que tienen en ella los patriotas chilenos, para descubrir las ventajas que puede producir al pais la negociacion que se trata de entablar.
Las breves indicaciones que publicamos en nuestro número anterior sobre esta materia, no tuvieron mas objeto que el de llamar la atencion de nuestros compatriotas a la deliberacion de un asunto, no mui trivial ni comun. Quizá nuestro modo de concebir nos hizo presentarlas bajo un aspecto que, para el juicio de ciertas personas de gabinete, indica oposicion a las miras del Gobierno. Estamos mui distantes de pensar de semejante modo; somos philopolitas; no propendemos mas que al bien comun i presentamos al público nuestra opinion sobre la Legacion a España con las razones en que la fundamos; tanto por el compromiso que ya hemos contraido por la publicacion de la primera parte, como para acreditar que, si hablamos con libertad, no pretendemos embarazar en manera alguna las medidas gubernativas, sino solo el que se sacuda algun tanto la neglijencia que, de cierto tiempo a esta parte, se ha apoderado de los negocios públicos; que haya hombres que tomen interes en ellos; que el Gobierno no esté aislado i sujeto solo a una voz que le diga: así lo quieren los propietarios, así lo dice la jente, ya lo han hecho otras Repúblicas. Queremos que si hai Legacion a España para impetrar el reconocimiento de la Independencia, sea con el consentimiento i conocimiento del pueblo, i que no se haga como un negocio que se trata de Gabinete a Gabinete o de Monarca a Monarca. Si fuésemos súbditos de un Rei, aprobaríamos en silencio la medida, porque, dependiendo nuestras vidas i haciendas de su voluntad, no tendríamos facultad para examinarla; pero, siendo ciudadanos de una República, en cuyo Gobierno debe influir la voz de la mayoría i escucharse la de la minoría, nos creemos con derecho para manifestar las razones por las cuales, a nuestro juicio, es inútil la Legacion de que se trata. No se crea que vamos a trabajar una gran disertacion; la materia es clara i por lo mismo nos obliga a escribir poco.
Consideramos a Chile libre e independiente, con un Gobierno arreglado a principios, i que, si algo le falta para tocar el estado último de su prosperidad, no depende mas que del tiempo i de que se aproveche el que va corriendo en reformar las instituciones coloniales que nos rijen, i en establecer las que exije el carácter de Nacion. Entre nosotros solos existen los recursos para hacernos felices i nada que pueda conducirnos a