Página:Sesiones de los Cuerpos Lejislativos de Chile - Tomo XXIV (1835-1839).djvu/418

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
414
CÁMARA DE DIPUTADOS

esa administracion cuyos defensores no parecen tener otro objeto al calumniar nuestras miras i al atribuirnos intenciones de sojuzgar una nacion amiga, que recordar a esa nacion los favores que debe al Gobierno que la dirije. El Perú verá nuestras armas en su suelo, recobrará talvez con ellas los derechos que ha perdido; pero podemos asegurar desde ahora que no le costará este beneficio las humillaciones que le han costado oficiosidades estranjeras que están mui léjos de merecer el nombre de beneficios.


Respecto de los sentimientos de envidia al nombre glorioso del Jeneral Santa Cruz, casi no somos capaces de conservar la seriedad que corresponde a un periódico oficial, por lo incitados que nos vemos a tomar parte en la burla que esta estravagante idea debe haber producido entre todos los lectores de El Eco. Repose el escritor en la firme confianza que no hai en Chile quien envidie esa gloria, ni quien se atreva a ofuscarla llamando sobre sí la admiracion del Universo por las distinguidas proezas en que ella está fundada. Nos sentimos desnudos de todo el esfuerzo i de todo el heroismo que se necesitan para conquistarla; i nos contentaremos con admirarla tambien respetuosamente desde nuestra pequeñez, como el escritor de El Eco, con admirar los hechos que la forman, con admirar los nueve monumentos que para eternizarla se levantaron el 18 de Febrero en la plaza de Arequipa.


Por mas que se esfuercen los defensores de la administracion del Perú, nunca podrán destruir la justicia ni la evidencia de las causas reales que existen para la declaracion de esta guerra, que, mas que declarada por nosotros, ha sido arrancada últimamente por las provocadoras exijencias de nuestros adversarios. En nuestro número anterior, manifestamos que el motivo que quizá las había aconsejado era el temor de que se hiciesen públicas en el Perú las proposiciones que nuestro Ministro iba encargado de hacer a aquel Gabinete; pero la estrechez de nuestras pájinas no nos permitió añadir que a este temor iba acompañada otra circunstancia mui poderosa que hacía viese el Jeneral Santa Cruz con mui poca pesadumbre el rompimiento de las hostilidades. Hé aquí lo que dice El Eco en 29 de Octubre i en 9 i 16 de Nobiembre:" No hemos dado "asenso a los rumores que se esparcieron ayer sobre una revolucion que se suponía haber estallado en Chile…… cuando llegue el caso de la recriminacion, si este hombre ha desaparecido (aludiendo a un individuo de la administracion); ¿quién responderá de las violaciones cometidas, de la sangre derramada, de las enemistades suscitadas por maniobras tan inmorales como inauditas?......O nos engañamos mucho o las primeras noticias que vengan de Chile nos anunciarán nuevos actos de rigor, deque aquel Gobierno habrá tenido que echar mano para comprimir la exasperacion pública." ¿No nos prestarán fundamentos estas cláusulas de El Eco para suponer que en Lima se tenía un conocimiento exacto de los planes secretos que maquinaban en Chile unos pocos revoltosos, i que no se ignoraban ni aun los asesinatos con que pensaban ilustrar sus criminales triunfos? ¿Si así no fuese, se hablaría allá de las conspiraciones al mismo tiempo que debían estallar aquí? ¿Se formarían hipótesis sobre la desaparicion de las mismas personas señaladas por el puñal de los asesinos? ¿Se tendría motivo para presajiar que la administracion había de cometer actos de rigor? No hai medio: o los ajentes del Jeneral Santa Cruz tienen el raro don de penetrar el porvenir, o los impotentes amagos que se han hecho en el mes anterior contra nuestra tranquilidad, han tenido consejeros e instigadores o a lo ménos confidentes que no pertenecen a la familia chilena. "Esa administracion incauta" decían sin duda los directores del Jeneral Santa Cruz, "que pretende amedrentarnos con sus fuerzas navales, se halla en el dia rodeada o talvez ha sido víctima de espantosas conjuraciones. Ni conviene que pise nuestro suelo un Ministro que en la primera comunicacion ha de imponernos una condicion que tanto interesa a los derechos de Bolivia i del Perú, i que, por consiguiente, ha de levantar contra nosotros el grito de ámbas naciones, ni hai el menor peligro en que se declare una guerra sin efecto, porque, o ha desaparecido el Gobierno que la declara, o se halla cercado de peligros, que le impiden dirijir su atencion al esterior." Inocentes! no contábais vosotros con que la Nacion chilena i el Gobierno no tienen mas que un solo sentimiento, una sola opinion, un solo deseo, ni con que cuatro conspiradores oscuros no bastan para derrocar a una administracion que se apoya en el voto unánime de los pueblos! ¡Inocentes! venid a ver en las cárceles de Chile agostadas vuestras esperanzas!




Núm. 410 [1]

Si se ha de dar crédito al periódico peruano, copiado en nuestro último número, la avenencia entre las Repúblicas Boliviana i Peruana sigue siempre envuelta en incertidumbre i dificultades. Negociaciones han sucedido a negociaciones, i tratados a tratados, i apénas se adelanta un paso en el objeto a que, (segun sus repetidas protestas) han conspirado constantemente los deseos i los esfuerzos de ámbos Gobiernos.


¿Pero son sinceros los recelos de invasion que manifiesta el Gobierno peruano? Al ver las conjeturas vagas i las suposiciones imajinarias que

  1. Este artículo ha sido tomado de El Araucano, número 126 del 8 de Febrero de 1833. Lo reproducimos aquí, a fin de que se puedan estudiar los primeros oríjenes de la guerra que Chile declaró al Perú en 1836. (Nota de! Recopilador.)