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Página:Sesiones de los Cuerpos Lejislativos de Chile - Tomo XXI (1831-1833).djvu/508

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CÁMARA DE SENADORES

el Senado en la sesion del mártes último. Nos parece mui mal que se introduzca i se fomente en un cuerpo deliberante el espíritu de prevencion i animosidad que notamos en la citada sesion. La calma i la prudencia son las cualidades principales para que las deliberaciones alcancen el acierto por resultado; i no es menos necesaria una cierta dosis de desapego a la opinion propia para que la intencion o la vanidad dejen lugar a la reflexion i permitan al juicio obrar con imparcialidad i rectitud. Todo lo que lleve el carácter de apasionado es una levadura perniciosa en las discusiones de los asuntos públicos. Las opiniones deben proponerse como opiniones i no como dogmas; las razones deben conceptuarse por su peso i no por el de la persona que las da; la verdad debe buscarse tal como es i no por el aspecto que agrada o desagrada. Un estúpido puede hablar juiciosamente mientras un sábio delira. Segun estos principios creemos que nuestra censura no será mal recibida por el público al informarse de la siguiente relacion.

Leida i aprobada el acta de la sesion anterior, tomó la palabra el señor Presidente i espuso que algunos señores de la Sala se habían ofendido por ciertas frases vertidas por el señor Ministro de Hacienda, en la alocucion que había hecho sosteniendo un proyecto de lei que por su Ministerio había pasado el Gobierno. Hizo leer por el Secretario las frases que decía ofensivas i pidió una esplicacion de ellas. El Ministro pidió la palabra con tanta prontitud que no dió lugar a que la tomase ningun Senador, i espuso que con placer daría la esplicacion que se le exijía, poniéndose inmediatamente a escribir las frases llamadas ofensivas, que al mismo tiempo que se las dictaba el Secretario las correjía en la parte que decía no estar conformes con su esposicion. Al empezar su esplicacion pidió la palabra uno de los Senadores, suplicando se le dispensase la interrupcion que hacía al señor Ministro, i habiéndola obtenido espuso que la indicacion del señor Presidente no estaba en la órden del dia, i que era necesario que la Sala acordase préviamente si el Ministro debía dar o nó la esplicacion; en buenos términos que se observasen préviamente todos los trámites que la razon dicta i las leyes mandan para abrir un juicio de residencia. En una pausa que hizo, en que seguramente el señor Presidente creyó que había concluido su alocucion, tomó éste la palabra i espuso que, estando el señor Ministro presente i dispuesto a dar la esplicacion, era todo lo demás innecesario. Entonces siguió el Senador su discurso por estas espresiones continúo, señores, con la palabra, i habiendo concluido, otro señor Senador dijo que, en los casos que se produjesen algunas espresiones ofensivas a algun miembro o al cuerpo, podía cualquiera dar su queja a la Sala para que declarase si el autor de las espresiones debía dar satisfaccion o nó. Cuando concluyó, pidió la palabra segunda vez el Senador que había hablado primero. El Presidente, haciendo preceder un fuerte i largo campanillazo, le dijo con vehemencia: ya ha hablado V. S. dos veces. El Senador friamente le contestó: fui interrumpido por V. S. porque me arrebató la palabra; declare la Sala si puedo hablar o nó. Hubo un momento de silencio i entonces el señor Presidente, dirijiéndose al Secretario, que quien sabe lo que le diría,pronunció en tono fuerte estas espresiones terminantes i decisivas: sé mui bien que ha hablado dos veces; i acto continuo hizo pedir votacion sobre si el señor Ministro de Hacienda daba o nó la esplicacion que él había pedido.

Como no es nuestro objeto censurar las palabras ni las opiniones que se emitieron, no nos detenemos en observarlas, sino que llamamos la atencion al procedimiento material con que fué conducida la discusion. ¿Puede procederse tranquilamente a negar la palabra a un Senador del modo que hemos referido? ¿No se conoce en el campanillazo que precedió a la negativa que había una predisposicion desfavorable? Si él se había sometido al juicio de la Sala ¿por qué el señor Presidente no esperó que ésta resolviese la cuestion, sino que inmediatamente ordena que se vote sobre su indicacion? La Sala guardó silencio quizá por prudencia, i a nuestro juicio, hizo mui bien; el Senador sufrió el desaire de no ser escuchado i nos admiró su sufrimiento porque lo creemos mui impaciente. Mas, no sucedió lo mismo con otro que habló después que, para rebatir la opinion de uno que se opuso a la entrega de varios papeles, pidió que el Secretario le respondiese a ciertas preguntas. El Secretario no podía responderle sin el permiso del Presidente; lo obtuvo al cabo de tres insinuaciones para contestar a la primera; pero para la segunda se impacientó el señor Presidente i espuso que los diálogos eran prohibidos. Se enfadó el señor Senador interrogante, i se disolvió la Sala estrepitosamente con escándalo de un inmenso jentío que había concurrido a la barra.

De lo espuesto, debe inferirse que las pasiones no están en calma, i para que cualquiera pueda juzgarlo por sí mismo no hacemos mas que contar el caso lisa i llanamente, sin agregar ninguna observacion por nuestra parte, a fin de que, por los hechos presentados, se conozca el estado en que se halla la Cámara de Senadores. Estamos ciertos de que nadie nos desmentirá. Juzgue el público, i los Senadores reciban esta censura como una amonestacion patriótica para deponer una exaltación que, al mismo tiempo, no corresponde a su circunspeccion, embaraza sus importantes trabajos i perjudica a los intereses de la Nacion.