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Página:Sesiones de los Cuerpos Lejislativos de Chile - Tomo XXI (1831-1833).djvu/578

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COMISION CONSERVADORA

i con otros muchos chilenos. Si yo así lo creyese, detestaría a Chile mas que al infierno; pero no soi capáz de hacerle tan atroz ofensa.

Vuestros corresponsales, señores, prosiguen: "Los jenerosos chilenos fueron a dar libertad al Perú" ¿Cuándo han dado esa libertad los chilenos? ¿Quién puede darla? Los hombres no dan libertad, señores; ella es un don de la naturaleza i de nadie mas. Si no es así, vuestros corresponsales podrán decir que cuando quitan la venda han dado ojos, i que cuando cortan la cuerda a un hombre atado, le han dado brazos i piernas. Yo creo, señores, de que vuestros corresponsales no saben lo que es libertad. Sus espresiones no son propias de republicanos, sino de monarcómacos como el andaluz charlatan, de aristócratas i estratócratas. Está mui bien, i es mui satisfactorio que los chilenos hubiesen venido en auxilio de sus hermanos los peruanos, para espulsar a los españoles; pero esto no autoriza para estarles refregando de un modo indigno ese deber, como un gran favor que mas bien resiente que otra cosa. Yo no querría que nadie me librase de la muerte i preferiría mas bien perecer, si me había de estar a cada rato echando en cara semejante gracia.

Que una seccion de América haya ayudado a otra en su lucha contra la España, mas bien ha pendido de las circunstancias que de otro principio. Si nosotros en 1810 tuvimos la dicha de que estuviese a la cabeza del Reino el ilustre i virtuoso ciudadano don Mateo del Toro i Zambrano, único de quien con menos impropiedad puede decirse el fundador de la libertad chilena, i que éste convocase al pueblo para dar principio a la revolucion, los peruanos tenían entonces a su frente al visir Abascal. Si hubiese sucedido a la inversa, talvéz éstos hubieran ido a auxiliarnos con mas gusto i menos ostentacion. Si los peruanos no hubieran querido romper sus cadenas ni veinte Ejércitos de Chile, como el que vino en 1820, podrían haber hecho nada. Ellos allanaron luego, con sus caudales i con sus personas, el buen éxito de la empresa; i por fin, con su preciosa sangre firmaron en Ayacucho su suspirada Independencia.

No es mi objeto oscurecer el relevante mérito de Chile, mi ilustre Patria, en su sagrada causa contra España. Yo sé mui bien que él fué el primero de los Estados de América que ayudó a los otros para el mismo fin. El mandó en 1811 tropas auxiliares a Buenos Aires, reclutas para formar un cuerpo veterano, i después pólvora i balas, con otros útiles de guerra. Regocíjese enhorabuena interiormente por la sólida gloria de haberlo hecho, pero no permita que escritores irreflexivos lo presenten con un aire de afeminada vanidad. Su proceder ha sido tanto mas sublime i heroico cuanto que la rejencia de Cádiz había reconocido su Junta Gubernativa, única que mereció su aprobacion, como lo dice el americano Mier en una de sus cartas al español Blanco sobre la Independencia de Venezuela, i yo digo ahora que eso fué debido a los esfuerzos de mi hermano materno Joaquin Fernández de Leiva, que murió aquí de oidor en lo criminal el año de 1814 i que en 1810 era Diputado suplente por Chile en las Cortes estiaordinarias de la isla de Leon. El nos escribió que el dia del juicio se sabría lo que había trabajado por conseguirlo. Esto no nos causó admiracion, porque ese era su deber, ni jamás lo cacareamos como otros que, con palabras, quieren cubrir sus grandes maldades. Si ahora lo digo, es porque viene al caso, en honor de mi país, i porque habiéndose querido insultarme en mi desgracia no he tenido el menor motivo por que abatitme. Si soi un tal absolutamente desconocido en el Perú, como me lo ha dicho el andaluz, es porque quiero serlo i no porque crea que desmerezco ser admitido en ninguna de las sociedades que envanecen a ese prófugo parvenú, cuando las presenta como por título de la importancia i tono que pretende darse.

No dudo, señores Editores, que vuestros corresponsales hayan tenido mucha razon en resentirse por el execrable ultraje que se infiere a nuestro país en decir "que harto hace el Perú con reparar los despojos i rapiñas que sufrió de los que se han dicho sus libertadores," Ciertamente, esto es mui horroroso, porque si hubo talvéz algun maligno de aqué los que nunca faltan en los I paises mejor constituidos ni en los ejércitos mas bien disciplinados, que cometiese alguna depredacion, no hai el menor motivo para hacer que su iniquidad refluya contra el honor i crédito de todos. Sé muí bien que, por mi actual posicion, no me corresponde meterme a dictar i sostener los remedios que la gravedad del asunto exije; pero no dejaré de decir que deseo en el alma que el Gobierno de Chile, en vindicacion del honor nacional i de nuestros ilustres guerreros, reclame oficialmente una solemne reparacion; es decir, que obligue a confesar públicamente que no han habido tales despojos ni rapiñas, o que si las hubieron, pague él hasta el mas mínimo cuartillo, bien sea con dinero al contado, i con preferencia a todo otro gasto, o con el de la deuda que demanda; nombrándosele espresamente los pérfidos que cometieron tan infame crímen.

Chile se halla en esta responsabilidad por haber tenido, al tiempo de la espedicion, al frente de la República a un hombre que, paniaguado para sus inicuas miras con el que la vino mandando en jefe, no supo contenerle en los estrechos límites de su mision, i le consintió, a pesar de las instrucciones del Senado, el que se convirtiese en mandon absoluto de este país, bajo el suave nombre de protector. Si los peruanos hubiesen elejido libremente, como no debió habérseles impedido, las autoridades de su confianza, ellos se habrían puesto en hombres íntegros i firmes que hubieran prevenido toda exaccion violenta.