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COMISION CONSERVADORA

ciarlo ni de oirlo; ¡acaso la maledicencia no querrá perdonarme el que haya venido a esparcir estas flores silvestres sobre las huellas de un amigo constante, de un héroe perseguido!"

Me parece no fuera del caso hacer presente a Uds. que, cuanto he escrito desde mi Alcance hasta el presente, todo ha sido únicamente por los recuerdos de mi memoria, que no es de las menos infelices. Absolutamente no tengo un solo papel de Chile, de fecha anterior al año pasado, excepto la Constitucion de 28. Tampoco encuentro quién me comunique datos. Sin embargo, creo que sabré sostener cuanto he dicho con todo el apoyo de la verdad de donde dimana; pero tambien es preciso que Uds. i todos los chilenos, no por mí sino por el honor de la Nacion i como que están en la fuente de todo lo que ha sucedido, publiquen sin la menor contemplacion todos los justificativos que son del caso en comprobante de la exacta realidad de las cosas; como el que me desmientan todos, si notan alguna falsedad en cuanto he dicho o dijere en adelante. Para lo primero será conveniente principiar con todos los hechos detallados i comprobados que hacen acreedor a O'Higgins del único título que puede merecer en la sociedad, cual es el de matador alevoso o ladron público, i facineroso consuetudinario en toda clase de crímenes. A mas de lo relativo a lo que tengo escrito i corre impreso en los diferentes papeles de esa República, es preciso dar tambien a la prensa todo lo demás que hasta la fecha no aparezca en ella, como es el haber mandado al venerable anciano octojenario, vocal de la primera Junta Gubernativa don Ignacio de la Carrera, la cuenta de los gastos impendidos en el asesinato de sus hijos; hecho horroroso que tambien le causó inmediatamente la muerte, segun todos lo decían, añadiendo que don Manuel Araos, su pariente i albacea, había visto la cuenta. Yo solamente por horror al mas maligno crímen que puede haber cometido el mas indigno mortal en el mundo, no me atreví a preguntárselo, i mucho menos a mi distinguida amiga la señora doña Javiera Carrera. Ahora es tiempo de averiguar lo cierto i darlo como tal a la prensa, si no lo es, lo mismo.

A mi entender es preferible no decir nada de él, que imputarle cosas que no estén evidentemente comprobadas o acreditadas con pruebas morales en los casos que la naturaleza del asunto no admita otras. Publíquense todos los asesinatos cometidos en el campo santo i otros puntos con el nombre de los ejecutores i de los ejecutados. Entre estos últimos, recuerdo haber oido decir se contaba el capitan Pasquel, a quien se encontró asesinado con la cara pelada, i un cartel que decía adivina quién te dió. En fin, manifiéstense todos los horrores que se cometieron en el abominable Mando del perverso O'Higgins.

Es mui del caso la carta que a éste escribió en 1825 don José Antonio Rodríquez Aldea, avisándole, entre otras muchas cosas, bajo de cifra, que el español Arcos, con pistola en mano, le había quitado no solo cuanto le había dado por sus cohechos en el tiempo que estuvo de Ministro de Hacienda, sino aun mucho mas. Esplíquese que esto provino de resultas de haberse descubierto, no sé por qué casualidad, que Arcos estaba sin pagar ciento cuarenta i tantos mil pesos que debía al Fisco, i que había podido embrollar, mediante el poder de Rodríguez i de O'Higgins, interesados en la especulacion. En los libros de la Tesorería debe estar la constancia de la partida o en la Contaduría Mayor.

La carta fué remitida por el Director Supremo de aquel tiempo a la Junta Provincial Gubernativa de que yo era miembro, i después de descifrada i confesada por Rodríguez delante de otros vocales don José Miguel Infante i don José Antonio Ovalle, del juez de primera instancia en lo criminal don Manuel Joaquin Valdivieso, del escribano don Agustin Díaz, i del amanuense don José María Carmona en la declaracion que le tomé por vía de dilijencia, se imprimió prolijamente en su lejítima versióo con la correspondencia de las cifras a sus respectivas letras. Se le puso el título de Espreso al Virrei de Popayan, porque en ella decía Rodríguez a O'Higgins haber oido a don Fernando Urízar que el Jeneral Bolívar lo mandaba de Virrei a Popayan i él le aconsejaba. —ni de papá ni de nada a parte alguna; a Chile o nos ahorcamos.

Repítase tambien lo ya impreso i publicado: —que Rodríguez Aldea después de haber servido en clase de auditor de guerra en el ejército real a las órdenes de los Jenerales Gainza i Osorio i de haber conseguido por sus servicios en la investidura una toga en la Audiencia de Chile, a la entrada del Ejército de los Andes, se le encontró en Santiago donde permaneció sin mas arbitrio para subsistir que el que le proporcionaba don Baltazar Ureta, hasta que en 1820 sirvió de instrumento a O'Higgins para provocar el patriotismo de muchos buenos chilenos a una revolucion que denunció, valiéndole esta comision el Ministerio de Hacienda, donde a la par con su digno Jefe estafaba a dos manos con el mayor descaro e impudencia i que, a pretesto de la revolucion fomentada i denunciada, se poblaron los presidios de Valdivia i Juan Fernández con distinguidos patriotas fuera de otros muchos que sin el menor recurso se expatriaron al Chocó para que pereciesen, como en efecto perecieron varios i entre ellos los respetables ciudadanos don Francisco Ramírez, sujeto acaudalado, padre de don José Manuel (que hoi dia se halla en Lima) i de una numerosa familia i don Mariano Vijil nieto de don Mateo Toro i Zambrano.

Nómbrese todos los proscritos sin omitir uno solo. —Yo recuerdo que a Valdivia fueron el coronel don José María Portus i don Manuel