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SESION EN 28 DE AGOSTO DE 1843

o temprano se pierden; libertemos, pues, a nuestros huéspedes del incendio, no verga otra vez a decir El Mercurio: Si el señor Palazuelos profundizase mas, dirijiria a la Cámara: esto señor me hiere, me mortifica. Ya se vé, esos huéspedes nos han traído los pozos artesianos del pensamiento con el que han pedido llegar al infierno i sacar de ahí la quinta esencia de esa sustancia maldita.

Se dirá que hai esperanza de que tomen otro rumbo las cosas porque variarán de conducta; pero ¿quién presta la seguridad de que no seguirán haciendo lo mismo que hasta aqui? ¿dónde está el contrato por el que se obligan a no hacer cosa alguna en oposicion con los intereses de la nacion? No me suscribo, pues, a esta esperanza ni creo tampcco en los grandes bienes de la libertad de imprenta. Yo quisiera sí, que se respetase mi independencia; que se tradujesen bien mis palabras: porque soi yo mui flojo para defenderme, i si no me defiendo me perderán, señor; sí, me perderán.

No se diga, pues, que me opongo a la libertad de la prensa, sino a la prensa asalariada i asalariada por el Gobierno.

El señor Irarrázaval tomó la palabra i dijo: Mucho he hecho por analizar el discurso del señor Diputado preopinante, a fin de reducir la contestacion que voi a darle a sus puntos prominentes, pero confieso que no puedo lisonjearme de haberlo conseguido.

Poco agregaré por esto a lo que dije en la sesion anterior, contestando tambien al señor Diputado que acaba de hablar, i en apoyo de una causa que entónces manifesté que era a mi juicio la de los progresos sociales, la de la cultura de los pueblos; i diré tanto ménos cuanto que en verdad no es casi dable refutar ciertas ideas.

Ciertamente cuando se atacan principios conocidos por todo el universo culto; cuando se combate una de las bases de nuestra constitucion política: la libertad de publicar las opiniones por la imprenta, cuando quizá a causa del calor de la discusion se hacen reflexiones notoriamente contradictorias entre sí no es necesario, no es posible detenerse en inoportunas refutaciones.

Procuraré, sin embargo, establecer los argumentos principales que nuevamente se han hecho o repetido para rebatir en el presupuesto que nos ocupa la partida que en él se pide para costear la impresion del periódico oficial i protejer la publicacion de algunos otros.

Son, a lo que me parece, los siguientes:

  1. Que la cantidad que el Gobierno desea destinar al objeto indicado, servirá para asalariar a unas pocas personas, lo que es tanto mas perjudicial cuanto que el beneficio que pudiera tener el fomento de las publicaciones periódicas no se estiende a todas las provincias de la República.
  2. Que en las naciones mas civilizadas del mundo, como los Estados Unidos de América, cuyo ejemplo debemos seguir, el Gobierno no se suscribe a los periódicos.
  3. Que esta suscricion no redunda de manera alguna en beneficio comun; ya por el poco o ningun provecho que pueda sacarse de los papeles que hoi se dán a luz entre nosotros, de los cuales se ha citado especialmente El Mercurio i El Progreso, ya porque se ha visto que Chile ha progresado no poco en una época en que segun se ha dicho, estaba en él trabada la libertad de la prensa.

Si no me engaño, son estos tres los argumentos únicos que tengo que contestar.

En cuanto al primero ¿de dónde se deduce que el Gobierno tiene asalariado o pretende asalariar la prensa periódica? ¿Hai acaso algun acto suyo del que pueda inferirse que entra en sus miras tan impolítica, absurda e inverificable pretension? ¿Se podria probar que sus miembros saben siquiera quiénes son los que redactan los periódicos mismos a que en el dia concede su proteccion? si aquello tuviera algun razonable fundamento, lo que lójicamente se podria de ello deducir, es que el Gobierno daba un salario para que se censurasen sus providencias, como tan amenudo se hace en esos papeles a que me acabo de referir.

Muchas columnas de ellos, lo diré otra vez, manifiestan bien a las claras que la proteccion del Gobierno está mui distante de tener por objeto determinadas personas; i que si hoi fomenta tales o cuales publicaciones, mañana apoyará de preferencia las que aparezcan difundiendo con mas acierto las sanas ideas o llenando mejor su importante mision. ¿I cuáles son las exijencias, las demandas, los deseos de aquél? Son, señor, los que está en los intereses jenerales que sean.

"Se encaminan sólo", me complazco repitiéndolo aquí en alta voz, a que en los escritos que hayan de ver la luz pública, haya decencia, haya decoro, haya moderacion, haya en suma lo que es preciso, para que no veamos enfangarse en un cieno inmundo uno de los mas admirables inventos.

Se dice que el Gobierno norte-americano no se suscribe a periódico alguno. Sea así: ¿pero de que este gobierno, de que el de Inglaterra, el de Francia no se suscriban a los diarios, se seguirá que es porque no creen conveniente que ejerzan los gobiernos ni la mas decente, ni la mas bien intencionada, ni la mas indirecta influencia en las publicaciones periódicas? Lo que se seguiría a mi ver, dando el hecho por sentado, es que para ejercerla tienen aquellos mil medios de que el nuestro carece; es que en los paises que están a la cabeza de lo civilizacion, las publicaciones periódicas son una necesidad popular cuya satisfaccion el mismo pueblo paga; es que semejante suscricion no es en ellas necesaria, es, en fin, que sus circunstancias son del