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SESION EN 16 DE AGOSTO DE 1844

sólo nosotros queramos permanecer en este estado de inmovilidad oriental?

Dios lo sabe, la Cámara siente que estoi diciendo una verdad tan grande como el mundo entero: la sola luz lo dice. El señor Diputado sabrá cual es el espíritu de la indicacion que acabo de hacer. Yo le digo al Gobierno sursum corda vijilate et orate. —(Risas)

Pues bien, no he dicho nada al Gobierno, yo le diré a la nacion: si tu pastor duerme, tu perro nó.

El señor Ministro está enfermo, tiene grandes pensamientos; su mérito es conocido, seria yo un hombre injusto si fuese a negar lo que todo el pais conoce. Yo pido desde luego que se le conceda una accion de gracia; pero ocúpese la vacante, porque la necesidad no tiene espera. Nó, el Diputado todavía no habla claro, es estravagante! Bueno: esta será la locura de la cruz de que habla San Pablo. Bueno, la locura de la cruz; i la tal locura, hizo la revolucion del mundo entero; la locura de la cruz, señor, ya lo vemos; está bien.

Pero entretanto, señor, yo no pido nada ni para mis ideas, ni para mi conciencia, ni aun para mi corazon, porque sé que todo junto ha de desaparecer, mi conciencia, mis ideas, mi corazon. Yo no estoi pensando en... ¿cómo es eso que se les hace a los muertos?

Una voz. —Necrolojía.

Yo no estoi pensando en necrolojías: no soi orador, soi un pobre hombre que tiene la palabra en los labios para anunciar las cosas que mi conciencia i mi deber me dan a conocer: no es otro mi oficio, i ya he dicho otravez, no anuncio esto con las frases acostumbradas: ya he tenido la honra, etc. Le he dicho al señor Ministro que le hablo con mi corazon, i si no lo amara tambien se lo diria francamente. No quisiera que se me presentasen casos de luchar con él, porque veo que se enfada. Yo quisiera tomar esto como una precaucion porque quiero siempre que se remedien los males. Quiero combatir el pensamiento del actual Ministerio, así como combatiría con el Todo Poderoso, con el Dios Nuestro Señor, defendiendo una causa que reportase bienes a mi pais; i la prueba es que me apuro tanto para hacerlo.

Lo único que debo agregar es que siento en mi corazon haber oido decir al señor Ministro que el Ministerio de Hacienda, aunque servido en lo mas necesario i urjente, nada habia por despachar en él que no estuviera bien despachado. Esta palabra nada; me aflije, me da ganas de enterrarme vivo.

Yo dije la primera vez que a las atribuciones del Ministerio de Hacienda pertenecía, segun la lei de Organizacion de Ministerios, el adelantamiento de la agricultura, de las artes, del comercio, i yo pregunto ¿nada hai que hacer para el adelantamiento de la agricultura, de las artes, del comercio? ¿esos algos que quedan por hacer en estos ramos, se encuentran todavía en lo mui urjente i trivial? Si esto es así, si entre lo mui urjente i trivial que dice el señor Ministro que despacha, se encuentran comprendidos los grandes elementos de la civilizacion chilena, en hora buena, no he dicho nada, pero si esto es absolutamente imposible, digo que no hai Ministerio de Hacienda miéntras no haya Ministro, i que en la necesidad de hacer sentir al Gobierno nuestra conciencia, i no teniendo otro recurso que negarle las cantidades que nos pide para llegar a tener este Ministro, debemos negárselas. Yo no me contraigo a la partida en discusion sino a todo el presupuesto para el Ministerio de Hacienda. ¿Por qué no me he de estender a todo él cuando no me contraigo a una sola partida? Negando mi voto a esta partida, por la misma razon lo niego a todas.

En fin, señor, nosotros estamos acostumbrados a entendernos con pocas palabras. Conozco que la Cámara de Diputados no quiere que la fastidien: por tanto, señor, he dicho, se acabó.

El señor Ministro del Interior. —Un poco mas preciso ha sido el señor Diputado que acaba de hablar, en su segundo discurso, i por tanto merece mui bien una contestacion. Antes de darla le prevendré que he estado mui distante de enfadarme en la parte que he tomado en las diversas cuestiones promovidas aquí i a cuya discusion he concurrido; prevencion que hago, pues que el señor Diputado preopinante ha querido llevar la que ahora ventilemos, hasta el punto de hacerla referente a lo que depende del oarácter personal del que habla; obro conforme a mi carácter i no puedo conservar la frialdad que otros tienen cuando hablan. Talvez empleo algun calor para espresarme, así como el señor Diputado se vale de sales i chistes, propios tan sólo para hacer reir. Diré, pues, que lo tenga así entendido una vez para siempre, porque no ha de ser ésta la última ocasion en que el parecer del mismo señor Diputado no sea el mismo que el mió; al contrario, presumo que esto sucederá mui a menudo, por lo que en esta noche he observado.

Hablando de los males o necesidades del pais, señor, se han citado algunos que existen i se ha dicho que el Gobierno no pone remedio a ellos, pudiendo hacerlo: se han citado tres. Se ha hablado primero de las repetidas bancarrotas i del crecido ínteres del dinero, deduciendo de aquí que el pais no tiene crédito; sin considerar la multitud de circunstancias que han concurrido a producir semejantes quiebras, sin atender a un sinnúmero de consideraciones que no deben perderse de vista.

Yo habria entendido, señor, que el oríjen del crédito es el órden público i los recursos mas que suficientes para subvenir a las necesidades públicas de la Nacion. Una vez que veamos cimentado ese órden, una vez que lo veamos apoyado en fundamentos tan firmes que será