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SESION EN 7 DE JULIO DE 1845

Para subrogar el impuesto de alcabalas i otros, decretó la Lejislatura la contribucion llamada catastro, esto es, que se gravase la renta de los predios rústicos con un cuatro i despues, con un tres por ciento. No se logró así reponer lo que el Fisco perdia, porque el producido del catastro no alcanza a la mitad del que daban los impuestos a que se subrogó, i por la absoluta falta de datos estadísticos, se apreció pésimamente la indicada renta, que es ocho veces mayor que la calculada, segun hechos de notoria exactitud de que el público estará pronto en posesion. Nuestro error en el caso espuesto fué mas bien favorable que adverso para el pueblo; si, como pudo suceder, lo hubiésemos cometido en contrario sentido ¿no habríamos ocasionado males sin cuento? ¿No es posible que un Congreso, marchando a ciegas, con la mejor intencion ocasione la ruina misma de los pueblos que propenden a engrandecer?

Otro de los poderes del Estado, el Ejecutivo, ¿qué podrá hacer sin la necesaria ilustracion que suministra la Estadística, i sólo la Estadística? Casi nada de gran valor, a mi juicio: podrá dar órdenes aisladas, podrá dictar providencias superficiales, podrá remediar pequeñas necesidades, podrá administrar por rutina; pero concebir i desenvolver los grandes proyectos que cambian la faz de las naciones, que las enriquecen, que las hacen fuertes, poderosas, grandes, no sin engalanar sus gabinetes con cuadros estadísticos, eso no lo podrá jamas; no lo podrá, sin aventurarse temerariamente a producir enormes males en lugar del bien a que propende. Por todo lo dicho, un famoso escritor ha colocado en el número de los primeros bienhechores de la humanidad a los hombres que se ocupan en los trabajos de estadística.

La falta de ésta hace que los gravámenes públicos se gradúen sólo por las públicas necesidades, i que se arranque a bulto, sin discernimiento, lo preciso para satisfacerlas, de lo que quizá no se debiera tocar; que se sofoquen en su jérmen los ramos de industrias; que una vez grabados no medrarán jamas; que se despoje al ciudadano activo hasta de su diario alimento, hasta del pan cuotidiano de sus hijos. No exajero, señores, no recargo los colores del cuadro de miseria a que está espuesto el pueblo que es desconocido de sus gobernantes, cuyos lejisladores, cuyos jefes se ven constituidos en la fatal necesidad de obrar como un imprudente i temerario capitalista que manejase grandes caudales sin llevar libros, sin hacer apuntes siquiera, sin curarse del resultado de sus especulaciones, sin comparar las ventajas que le han producido o los embarazos con que han tropezado, sin investigar las causas de los efectos favorables o contrarios que tiene ante sus ojos. Ese capitalista se arruinaria de seguro; el pueblo que cual él proceda, se arruinará tambien.

Resulta de lo que procede, que los trabajos estadísticos, ya se atienda a su importancia, ya a su naturaleza, ya a su complicidad, ya a la exactitud rigorosa que debe reinar en ellos, exijen hombres de una capacidad mas que mediana, de intelijencia despejada, de actividad no comun, de constancia a toda prueba, i dotados de aquel jenio de detalle, me esplicaré así, que tan pocos poseen. De hombres que tengan todas estas dotes necesitamos para nuestra oficina de Estadística; o al ménos, de hombres adornados con algunas de ellas, i tales hombres no ofrecen sus servicios por la mezquina suma de 700 pesos en cada año que es la que el Senado ha tenido a bien designar a cada uno de los cuatro únicos oficiales que hade tener la oficina, en la que cada cual será, respecto a su seccion, el jefe, el ausiliar, el amanuense, todo lo que puede ser. Con 700 pesos anuales, se podrá pagar, no lo dudo, un escribiente, un buen escribiente si se quiere, pero nada mas que mero escribiente; i a llenar así la plaza de una oficina de Estadística, vale mas que no la haya, pues mui poco se podrá esperar de los trabajos aislados i exclusivos de un Director, que en nuestro caso va a dirijir tambien las operaciones de otro establecimiento importantísimo, cual es el Archivo Nacional, del que no hablo por no fatigar mas la atencion de los señores Diputados, i que sentiria mucho que se organizase, si, como lo ha querido la Cámara de Senadores, los documentoscon que se puede decidir de nuestra vida, de nuestra propiedad, de nuestro honor, se confiasen a manos de personas que se considerasen suficientemente remunerados con 800 i hasta con 600 pesos por año.

Desengañémonos, señores, depongamos el indiscreto espíritu de ruin economía que, a mi entender, en grave perjuicio del país, se ha apoderado de muchos.

Seamos circunspectos para no gastar mas de lo que tenemos; pero no nos escudemos en exajeradas penurias para desatender las necesidades que por todas partes aparecen i deben aparecer en un pais que principia su carrera política.

No tengo ya el honor de ocupar un puesto en el Gobierno; no temo, por consiguiente, que mis palabras hoi se tachen de calculadas o apasionadas. Inspira lo sólo por el bien de la República, declaro con toda franqueza i libertad, que mas bien quisiera ver apoderado del ánimo de sus hombres de influencia el espíritu de prodigalidad, que el de una mala entendida economía, tratándose de llenar ciertos vacíos, de proveer a ciertas exijencias i de remunerar los talentos, la honradez, el celo i contraccion de los servidores públicos;que no sé cómo ha podido decirse que hasta ahora se ha propendido a enriquecerlos, cuando yo los veo, hablo en jeneral, pero tampoco admito muchas escepciones, cuando yo los veo reducidos a triste condicion, ganando para comer, mas no para satisfacer la propension natural de todo hombre, así del comerciante