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CÁMARA DE DIPUTADOS

contra los amos. ¿Que sus jefes los héroes de la independencia? Otros tantos Espartacos; hombres sin ideas, pero de frente pudorosa i corazon valiente, almas de bronce, que supieron llevar al combate a las masas envilecidas, o dirijir en cuanto podian desde sus gabinetes oscuros la trama de los acontecimientos. En lo primero, ¿qué hai que no sea grande i sublime? ¿De cuando acá es un crímen verter la sangre por su Patria? ¿De cuando acá hai perjurio en el alarido de insurreccion de miserables siervos que ántes obedecian, porque no podian o no sabian mas? En lo segundo ¿cómo son inmerecidos cuantos honores se hagan a los hombres que oyeron este alarido de dolor, i que poniendo a un lado, no su nombre segun ha dicho con indignidad el señor Diputado, sino sus vidas i fortunas tuvieron coraje para lanzarse ante los cañones i bayonetas del despotismo i trizarlas entre sus potentes manos?

El señor Palazuelos parece que ha tomado a pechos la filosofía bufona del Cándido de Voltaire, i quisiera de miedo de la Providencia que los hombres la dejasen siempre hacer, o mas bien proclama desde luego sin rebozo, que ella lo hace todo, i que los hombres no son sino sus instrumentos secundarios. Esto nos recuerda el mens immota manet del poeta. Sin duda, señor Diputado, nosotros creemos como vos que Dios es la causa piimera de todas las cosas, i que el Universo ideal, como el físico no se mueve sino en virtud de sus leyes divinas; pero nunca podremos oir sin sonrisa lo que es serio para vos; a saber que la Providencia no contenta con estas leyes inmutables, está sin comer ni beber, en los balcones del cielo ordenando las huestes, volcando los imperios, presidiendo a las bacanales de la tierra i dirijiendo el brazo del crímen. Entretanto, ¿en qué otro sentido podrian ser los hombres sus instrumentos secundarios? ¿O los llamais acaso instrumentos secundarios porque Dios hiciera estallar un rayo a sus plantas en el momento de imprimir el hombre su dedo jenerador a los sucesos? Pero entónces la responsabilidad seria toda de Dios, i ved a las monstruosidades espantosas a que arribariais con tan exótico sistema. Dios, por ejemplo, seria, en nuestro caso, todo lo que habeis supuesto que son los hombres de la independencia: incestuoso, sacrílego, perjuro i no sé cuántas otras enormidades mas.

A estas impiedades horribles nada ménos conduce esa filosofía que un tiempo fué de moda en la Cátedra del Espíritu Santo, pero que por un anacronismo chocante, ha pasado hoi de las celdas monacales al asiento del lejislador.

No, señor Diputado, no se pretende, como decis, dar las gracias a la Providencia. Esta seria una necedad, por lo ménos: ella gobierna el mundo fuera de todas gracias i honores humanos.

Se pretende simplemente dar las gracias a un hombre, que sin locura no podiais imajinar dotado de la magnanimidad de un Dios para obrar con prescindencia celestial. Quiérese glorificar su memoria para estimular a los venideros, i ostentar ante el mundo la justicia de la causa por la que estuvo pronto a perecer. Ved lo que únicamente importa ese decreto contra el que habeis alzado la voz. ¿Dónde está lo inmerecido, lo injusto lo inmoral? ¿Qué es lo merecido para vos, señor Diputado? ¿Las recompensas del otro mundo? ¿A dónde iríamos a parar, ¡Dios mio! con esta justicia retributiva? ¿Qué es lo justo? ¿Dar un puntapié o un bofeton a las cenizas de los que nos conquistaron la independencia i con ella la libertad? Pero, entónces ¿qué seria la injusticia?— ¿Qué es finalmente lo moral? Será un código aéreo, de preceptos fantásticos, de contentura impermeable sin relacion ninguna con el tiempo i el espacio? Oh! esto oleria al ridículo casuitismo, cuya faltedad ha sido demostrada tantas veces, a pesar de ocultarse bajo las fementidas apariencias de una rijidez de hierro.

Pero agregais que esto seria dar gracias de un crímen. Venid acá, señor Diputado, i respondednos, no sobre el puño de la espada del Godo, sino con la mano sobre el pecho, como vuestros antepasados cuando juraron la memorable acta de la independencia: Si un hombre, vuestro igual ante Dios, os diese un bofeton ¿seriais tan nimiamente cristiano que le pusiéseis el otro carrillo?¿Cometerias un crímen en volvérselo mas sangriento í ultrajante? Si un malvado ensuciase vuestro lecho nupcial, (suponemos no mas, como vos habeis supuesto el incesto) ¿temeriais cometer un crímen despedazándole las entrañas?— Si un amo cruel, en fin; si un amo brutal i despótico matase a vuestra vista entre tormentos a un hijo de vuestra sangre, ¿permaneceriais impasible i con los brazos sobre el pecho ante el verdugo? ¿Quién seria el verdugo, el culpable; él que no usaba de mas derecho que el de la fuerza, o vos que vengábais una injuria atroz? I no contestéis que esto es figurar una situacion sin leyes, sin tribunales, sin garantías, sin sociedad en una palabra; porque esto es precisamente lo que sucede en el estado de esclavitud. La esclavitud no es un estado legal sino un crímen.

Nuestra Constitucion ha sido la primera en instalar sobre los altares de la Patria este principio que os parece ahora subversivo i revolucionario. El esclavo, por consiguiente, no debe fe, no debe justicia, no debe moral ninguna a su amo. Ni puede tampoco haber perjurio donde la fe no es mas que el jemido de la abyeccion o de la debilidad: ni crímen cuando la justicia está toda de parte del que sufre: ni sacrilejio o incesto, cuando se viola la carta del absolutismo para suplantarla por la de la libertad.

De lo contrario, continúa el señor Diputado, "destruimos el principio, destruimos la base de la moral pública, la base de la sociedad, i en suma, todos los respetos sociales... Estos