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CÁMARA DE DIPUTADOS

de un ciudadano en un hecho de tanta trascendencia, desea que V. S. J. lo contradiga, lo desmienta i satisfactoriamente se vindique a los ojos del mundo entero.

Aseguro a V. S. que no me causa mucha conmocion de ánimo la comunicación del Ministro de Colombia ante la Corte de Roma, que talvez por lijereza o por malicia de los conductos seguros, según dicen, ha dirijido a su Gobierno; pues, no es la primera ocasion que en aquella misma Corte he sido calumniado, como lo hizo en mi segundo viaje el Embajador de España don Pedro Labrador, denunciándome secretamente al Papa de que yo habia ido a Roma con el objeto de formar levolucion, i que para el efecto llevaba cajones de medallas de oro i plata, de cuya criminal imputación me salvó la juiciosa conducta que habia observado en mi primer viaje i un raro accidente, por el que plenamente quedó Su Santidad convencido de mi inocencia. Pero sí consterna demasiado el deseo de ese Supremo Gobierno de que yo contradiga i desmienta satisfactoriamente a los ojos del mundo entero la simple comunicación del Ministro de Colombia, que me imputa unos crímenes que no se han justificado ni podrán justificar. ¿Es posible, señor Ministro, que se presuma deba causar mayor impresión en la América el relato de esa comunicación, que la honrada conducta política que sin interrupción he observado? ¿He sido acaso del número de aquellos patriotas que se han mantenido en la oscuridad? ¿No es constante que, desde el principio de la revolucion americana, he sido colocado en las primeras sillas de los Gobiernos políticos i eclesiásticos, i siempre con firmeza i honor he sostenido los sagrados derechos de la relijion i libertad política, sin haber jamas dado la menor nota de debilidad o infidelidad a mi Patria? ¿I no deberían ser suficientes veinte años de servicios de esta clase para calificar justamente de loable la conducta política i relijiosa de uno de los mas antiguos patriotas? ¿Cómo es, pues, que, por el solo relato de un periódico, sin manifestar documentos ni hechos, se me pide que desmienta satisfactoriamente la comunicación del Ministro de Colombia? ¿No será bastante para desvanecer algún escrúpulo que se pueda suscitar en esta materia sobre mi conducta la consideración de que, en mas de dos años a que salí de Roma para la América, no se ha oido decir lo menor sobre unas materias de tanta gravedad i trascendencia, que es imposible se mantengan ocultas por tanto tiempo? Sin embargo, accediendo a los deseos de S. E ., el Vice-Presidente de la República, haré lo que únicamente puedo, i es: Protesto ante la presencia de Dios i de todo el mundo que me hallo inocente en los enormes delitos que se me imputan por el Ministro de Colombia; i así, descanso sobre el testimonio de mi conciencia, que no me acusa ni aun de un pensamiento en semeantes materias; que no he traido de Roma bulas o breves encíclicos en que se les exija a los obispos de América una absoluta sumisión a la Silla Apostólica, en lo temporal i espiritual, informes de todas clases, i que impidan a los Gobiernos el ejercicio del Patronato i el uso de los diezmos i bienes eclesiásticos. ¡Oh, Santo Dios! ¿Habrá hombre, a no ser que sea un mentecato 0 loco, que se haga cargo de tan árduas i descabelladas comisiones? Asimismo protesto que, desde mi llegada a la América, que hace un año 1 tres meses, no he escrito carta alguna sobre semejantes materias a obispos ni a otras perso ñas, i solo he traido de Roma las bulas para los Iltmos. SS. Obispos Vicuña i Oro; no he escrito carta alguna a Su Santidad o a las secretarías de Roma.

I por lo respectivo a Su Santidad, el señor León XII, que en mi segundo viaje a Roma gobernaba la Iglesia, no puedo persuadirme que reservase en su pecho tan avanzadas i estrepitosas ideas; pues, en ninguna de las ocasiones que me dió audiencia me habló sobre Patronato, diezmos, bienes eclesiásticos, juramentos de obispos, etc., ni manifestó la menor nota de oposicion a la libertad americana; por el contrario, reconocí en Su Santidad la mejor disposición para proveer a las necesidades espirituales de la Iglesia americana. Así fué que, cuando determinó celebrar Consistorio para proveer Obispados vacantes, se enfermó, como se dijo en Roma, por la oposicion que hizo el Embajador de España para que no se nombrasen obispos para la América; i luego Su Santidad mandó escribir una carta mui enérjica al Rei de España, haciéndole presente que no podia prescindir de la obligación que tenia, como pastor universal, de socorrer las necesidades espirituales que padecía la Iglesia americana por la carencia de obispos; i a vuelta del correo contestó el Rei, según se dijo, que Su Santidad hiciese sus deberes; pero que él no podia renunciar sus derechos sobre la América. I de facto comenzó luego Su Santidad a proveer los Obispados vacantes de América; i a mí me dijo en aquellas circunstancias que estaba pronto a conceder todos los obispos que le pidiesen los Gobiernos de América, como lo hizo para S. Juan con un solo oficio petitorio que le mandó el gobernador de aquella provincia; i con este motivo, informándose de mí, verbalmente, Su Santidad, sobre la conducta del presentado para aquel Obispado, me dijo:Estoi informado de que este eclesiástico es de los liberales mui exaltados, los que suelen ser mui anti-relijiosos; i habiéndole yo contestado: que era patriota liberal, pero que nunca habia oido decir lo menor contra sus sentimientos relijiosos, ántes, por el contrario, siempre habia observado en él una conducta ejemplar i virtuosa, me respondió Su Santidad: Pues está bueno, i se le dió el Obispado.

En otra ocasion en que se trataba de proveer al oficio petitorio del señor ex-Presidente don Francisco Antonio Pinto, en que me pedia a Su