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CÁMARA DE DIPUTADOS

único norte que dirije mi abatimiento actual; pero, sobreponiéndome a los horrores que inspira aquel espantoso suplicio, confiando en la induljencia de tan jenerosos representantes i, por último, interponiendo todas las súplicas de que es susceptible una madre, en cuyo seno se vivifica el fruto infeliz de su unión conyugal, propendo a obtener no la impunidad de un delito contra el que no han ocurrido mas que presunciones (existentes en la fantasía de mis juzgadores) sino la conmutacion de aquella pena en un perpétuo destierro, donde pueda con la creatura que hoi anima mis entrañas llenar las obligaciones que la naturaleza me impuso al concederle su existencia.

Hace por seis meses a esta fecha que sobre mí gravita el mas espantoso cautiverio; separada de los pocos intereses que tenia, entré a sufrir los rigores de una prisión funestísima por la pérdida de aquéllos, intolerable por el abandono en que las circunstancias me obligaron a dejar dos hijos pequeños de los cuales uno se sostuvo de caridad hasta que, impedido por su poca edad i enfeimedades que contrajo en el penoso trabajo de pordiosero, concluyó la vida sin socorios i a impulsos de su inasistencia. El otro que aun no tiene seis años, sin padres, parientes ni protectores se ignora su establecimiento, quizá sea igual al del primero porque no teniendo apoyo que obvie las pretensiones del destino seguramente habrá terminado la carrera de sus días.

¿I estos males tan poderosos no aplacan el furor de la sociedad contra una delincuente presunta? ¿Aun se necesita de mi sangre para que la vindicta pública quede satisfecha? ¿Las pérdidas mencionadas, las de mi consorte en un destierro i la comodidad de que perpétuamente voi a ser piivada no serán bastantes para contener al verdadero criminal?

Sí, señor Excmo., la humanidad, en cuyo nombre imploro su protección, se resiente de estos castigos i yo me habria escusado talvez de solicitar el ra^go de su benevolencia que perpetuará su memoria en la posteridad, si el amor materno no corroborara mis esfuerzos para postrarme ante el trono de su clemencia con la mas justa solicitud.

Por tanto,

A Vuestra Soberanía suplico que, en atencion a lo espuesto, se sirva prorrogar mi existencia tan interesante al desgraciado hijo de que he hecho méiito, imponiéndoseme cualesquiera otra pena que sufriré gustosa con tal de no perder la vida. Así es de justicia, etc.

Por Clara Caroca i como su defensor. —José M. Navarrete.