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CARTAS ESCOGIDAS 95

guido lo que se proponían : « quien pruebe demasiado no prueba nada » — dijo no sé quien. — En fin, el dolor es uni- versal. El Rey ha parecido conmovido y ha hecho su panegí- rico diciendo : « que era más considerable por su virtud que por la grandeza de su fortuna. » Deja por su testamento la educación de sus hijos á Mad. de Longueville : yo decía que no había más gue el diablo que ganase en esta muerte y que él iba á lomar posesión de estos dos pequeños príncipes; pero en fin, que no

  • regocije de ello, pues han caído en buenas manos. El Prin-

eipe es el tutor : hay veinte mil escudos para los pobres y Otro tanto para la servidumbre; ella quiere ser enterrada en su parroquia como la última mujer. Yo no sé si este detalle es á propósito; pero enfin, así es. Vos queréis y permitís que mis cartas sean largas, y he aqui el riesgo á que os exponéis.

Ayer vi sobre su lecho á esta santa princesa; estaba desfigu- rada por el martirio que le habían hecho sufrir en la boca; tenia rotos dos dientes y quemada la cabeza; es decir, que si los pobres pacientes no muriesen de apoplegía, serían dignos de compasión por el estado en que se les pone. Hay grandes reflexiones que hacer sobre esta muerte, cruel para cualquier otra persona, feliz para ella que no la ha sentido, y que se hallaba preparada para recibirla. Brancas está muy conmo- vido.

Yo olvidé anteayer deciros yue he encontrado á Canaples' en Notre-Dame, y que después de mil amistades para Mr. de Grignan me dijo que el mariscal de Villeroi le había asegu- rado que las cartas de Mr. de Grignan eran admiradas en el consejo, que eran leídas con placer y que el Rey había dicho que jamás había visto otras mejor escritas; yo le he prome- tido deciroslo. Esta dama que yo no nombraba en mi última carta era Mad. de Louvois. Á propósito, Mr. de Louvois ba tomado asiento en el Consejo hace cuatro días en calidad de ministro. El Rey sellará mañana con seis consejeros de Estado y Cuatro jefes de impuestos; no se sabe cuánto tiempo durará esto. He aquí un buen trabajo del cual S. M. se librará muy bien. Me vienen pensamientos locos acerca del Canciller; pero