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CARTAS ESCOGIDABS 114

enlace no está bien preparado, pues no se ven las razones de esta gran mortandad. Hay, sin embargo, cosas agradables, pero nada perfectamente bello, nada que arrebate, nada de esas ti- radas de versos de Corneille que hacen extremecer. Hija mía, guardémonos bien de compararle á Racine, sentemos siempre la diferencia; las obras de este último tienen trozos fríos y débiles y nunca irá más allá de Andromaca. Bajaxet está por bajo, según la opinión de muchas gentes y la mía, si yo me atrevo á citarme. Racine hace comedias para la Champ- melé, no para los siglos venideros. Si alguna vez él no aparece joven y cesa de ser amoroso, no tendrá ya el mismo valor (1). Viva, pues, nuestro viejo amigo Corneille. Perdonémosle los malos versos en gracia de las divinas y sublimes bellezas que nos trasportan, Son rasgos de maestro que son inimitables, Despréaux, dice de él aún más que yo; y en una palabra, es e) buen gusto, no paséis de ahí.

Ved aquí una buena palabra de Mad. Cornuel, que ha re- gocijado mucho á la concurrencia. Mr. Tambonneau, se ha quitado la toga y se ha puesto un cinturón al rededor de su vientre y de su trasero; con este hermoso garbo quiere ir á servir en el mar; yo no sé qué le ha hecho la tierra. Se decía, pues, á Mad. Cornuel que Tambhonneau seiba al mar « ¡Ah!— dijo ella — ¿es que ha sido mordido por un perro rabioso? » Esto fué dicho sin malicia, y es lo que nos hizo reir extrema- damente.

No hay motivo para compadeceros porque no tengáis man- teca en Provenza, puesto que tenéis aceite admirable y exce- lente pescado. ¡Ah, hija mía, hien comprendo lo que pueden hacer y pensar gentes como vos en medio de vuestros proyen- zules ! Yo los encontraría como vos y os compadecería toda mi vida de tener que pasar con ellos los más bellos años de la vuestra. Estoy un poco deseosa de brillar en vuestra Corte de Proyenza, y yo juzgo también de ella por la de Bretaña, que


(1) El éxito ha hecho yer el error de Mad. de Sévigné y la falsedad do su predicción.