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204 MADAMA DE SEVIGNÉ

me detengo; sería preciso elogiar esta obra de un extremo al otro y sería una carla muy larga. ln una palabra; me alegro mucho que os agrade, y por ello estimo en más mi gusto. En cuanto á Josepho, veo que no os gusta su vida : bastante es que hayáis aprobado sus acciones y su historia. ¿No habéis encontrado que gozaba de una gran felicidad en aquella cueva, donde ellos tiraban á ver quién se mataría el último?

Hemos llorado de risa con aquella niña que cantó á voces en la iglesia cierta canción de que se confesaba; no hay nada en el mundo más nuevo ni más agradable; yo creo que tenía razón. Seguramente el confesor quería oir la canción, puesto que no se contentaba con lo que la muchacha le dijo acusán- dose. Veo desde aquí el bueno del confesor pasmado de reirse el primero con esta aventura. Á menudo os enviamos á decir locuras, pera no podemos pagaros ésta. Os hablo siempre de nuestra Bretaña y es para daros confianza para que me habléis siempre de vuestra Provenza : es un país por el cual yo me intereso más que por ningún otro. El viaje que por él he hecho, me impide aburrirme con lo que me decís de él, por que yo conozco todo y conozco todo lo mejor del mundo. No he olvidado la belleza de vuestros inviernos. Nosotros tenemos uno admirable; me paseo todos los días y construyo casi un nuevo parque al rededor de las grandes plazas de la ave- pido del Mayo y hago plantar allí cuatro filas de árboles. Será una cosa muy bonita; todo este sitio está ya unido y desmon- tado. Yo partiré á pesar de todos estos encantos en el mes de febrero. Los negocios del abate le dan más prisa aún que los vuestros ; esto es lo que me ha impedido el pensar en ofrecer nuestra casa á Mlle. de Meri. Ella se queja de esto 4 tado el mundo ; yo no comprendo el interés que en ello tiene. El bien bueno está trasportado de vuestras cartas; yo le enseño á menudo las cosas que le convienen : os da gracias por todo lo que yos decís de los Ensayos de moral; ha quedado encan- tado de ello. Siempre está con nosotros la pequeña, es un espí- ritu vivo y novelero, el cual tenemos mucho placer en iluminar. Sstá on una perfecta ignorancia ; nosotros nos divertimos na