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Página:Sevigne Cartas Escogidas.djvu/258

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236 MADAMA DE SEVIGNÉ

cerse ahogar mientras que SS. MM. están á la mesa, pues á

las tres, el rey, la reina, MONSIEUR, MADAME, MADEMOISELLE,

todo lo que hay de Príncipes y de Princesas, Mad. de Montes-

pan, todo su séquito, todos los cortesanos, todas las damas, en

fin, lo que se llama la Corte de Francia, se encuentra en esta

bella habitación del Rey que vos conocéis. Todo está amueblado

divinamente, todo es magnífico. No se sabe lo que es lener

calor; se pasa de un sitio á otro, sin apresurarse por ninguna

parte. Un juego de quinola da la forma y fija todo. El Rey

eslá cerca de Mad. de Montespan que tiene la carta; MONSIEUR,

la reina y Mad. de Soubise, Dangeau y compañía, Langlée y

compañía : mil luises están esparcidos sobre el tapete : no

hay otra clase de fichas. Yo veía jugar á Dangeau y admiraba

cuán tontas somos nosotras en el juego comparadas con él. No

piensa más que en su negocio, y gana donde los otros pierden;

no olvida rida, se aprovecha de todo, no es distraído; en una

palabra, su buena conducta desafía á la fortuna; así los dos-

cientos mil franeos en diez días, los cien mil escudos en un: mes, todo esto se pone sobre su libro de ganancias. Me dijo: que tomase parte en su juego, de modo que estuve sentada

muy agradable y cómodamente. Saludé al Rey de la manera

que vos me habéis enseñado y me devolvió mi saludo, como

si yo hubiese sido joven y bella. La reina me habló tan larga-

mente de mi enfermedad como si hubiera sido un parto. Me : dijo además algunas palabras de vos. El duque me hizo mil ;, caricias de esas en que no se piensa. El mariscal de Lorges : me atacó bajo el nombre del caballero de Grignan, y en fin: tubti quanti.

Ya sabéis lo que es recibir una palabra de todo el que se: encuentra en el camino. Mad. de Montespan me habló de Bour- bón, y me rogó que la contara algo de Vichy y de cómo me: había encontrado allí, me dijo que Bourbón, en vez de curarle ¡/ una rodilla, le ha puesto malas las dos. Yo la encontré la es- palda bien llana, como decía la mariscala de Milleraie; pero en* verdad que es una cosa sorprendente su belleza ; su cintura. no era la mitad de gruesa que anles, sin que su tez, ni sus ojos, ni sus labios, estén menos bien. Estaba toda vestida de punto /